Made in Tarantino

Mientras unos defienden a Quentin Tarantino hasta en sus películas más fallidas, otros son selectivos y destacan aquellas que hicieron entrar por la puerta grande a este todoterreno que posee la capacidad de levantar grandes expectativas en cada uno de sus estrenos, como también hay quienes reniegan de él como si se tratase de un cáncer cinematográfico. Con Érase una vez en… Hollywood, habrá quién disfrutará y razones no le faltarán, y obviamente, quien tendrá otras para machacarlo. Lo cierto es que no se llega a la perfección de aquel rabioso Reservoir Dogs, ni a ese complejo entramado de un cine novedoso como fue Pulp Fiction, pero sin duda, superior a otros experimentos tarantinianos que te dejaban frío.

Para esta película, este enfermo de cine ha fijado su mirada a esa herencia del serial televisivo de los 60, del cine de Serie B, del spaghetti western a lo Sergio Corbucci, de las películas de artes marciales protagonizadas por Bruce Lee, y casi a modo de enciclopedia enfrebrecida, lo homenajea todo como historia del propio cine, de su cine, ese que amamantó en los videoclubs, al igual que esa obstinación en trazar una banda sonora que demuestra singularidad en canciones recuperadas para esa memoria que acompaña a sus películas, y esta no es una excepción, incluso apostando por Los Bravos y su Bring a litle lovin. Un bombardeo de imágenes y música.

Y dentro de esa década plagada de imaginería y de cambios, de cultura de un tiempo de neón, de movimiento hippy, de crónica negra en Hollywood, transitan dos personajes con calado, el actor de una serie en clave de western y de películas de acción Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) y su doble en secuencias arriesgadas Cliff Booth (Brad Pitt). Uno con su desmoralizada voluntad de mantenerse en el oficio, el otro, amigo fiel, un tipo pétreo que sirve a Dalton para todo. Hay unos códigos de ser colegas auténticos que marcan algunas de las mejores escenas, escenas que dejan claro que DiCaprio es muy capaz de un papel que a su vez se reviste de otros papeles, y Pitt manteniendo ese atractivo de chico duro que tanto ama la cámara, a la vez que reparte unas hostias tremendas.

Dalton es vecino de Roman Polanski y Sharon Tate, en aquel fatídico 1969 y del cruel asesinato cometido por la familia Manson, pero Tarantino ficciona la historia real, la hace suya entre mil y un detalles de un tiempo ya pasado.

En definitiva, bien para unos, mal para otros, pero sin duda con su estilo, con sus señas de identidad. Eso es incuestionable.