CRÍTICADECINE
La criada y el amor
Cine: Screenbox Funatic.
País: India, 2018.
Dir.: Rohena Gera.
Int.: Tilotama Shome, Vivek Gomber, Geetanjali Kulkarni.
Y en esa tesitura van apareciendo títulos pequeños, con vocación humilde, originarios de ese país que, sin hacer ruido, se abren al espectador desde una aparente simplicidad argumental, pero que esconden suficientes pliegues como para interesar. En Señor no hay alardes de movimientos de cámara; utiliza el plano contraplano para abrir un diálogo en ocasiones silencioso entre una criada y su señor, un juego de miradas cómplices entre dos seres diametralmente opuestos según la escala social india, una mujer viuda del ámbito rural, que trabaja, costea los estudios de su hermana y vela por un hombre en permanente crisis por un desengaño amoroso. Hay ambigüedad entre los dos personajes, ya que existen pulsaciones sentimentales difícilmente controlables, incluso en algún momento rozando lo que podría convertirse en una película con alma de culebrón aunque, por suerte, esas capas de las que se va despojando la historia llevan a construir algo mucho más afectado, como es esa diferencia entre las clases sociales, entre el peligro de enamorarse por ambas partes, ante la amenaza que supone en la criada su propia familia y el rechazo por parte de la clase pudiente que nunca aceptaría una relación así.
Por lo tanto, Señor nos traslada al corazón de Bombay, a los deseos de una mujer que sueña entre telas y costuras como un futuro que la empuja hacia adelante en conocer rincones exóticos entre calles bulliciosas, pero mucho más, en un espacio cerrado como es la casa en la que habita sirviendo. Señor es un trabajo efectivo, marcando a seres invisibles frente a la desidia de otros. Al final, ese buscado románticismo domina ante lo arcaico. Esto es lo que más valor da a esta película.