CRÍTICADECINE
El ocaso del héroe
RAMBO, LAST BLOOD
Existe un cine de acción, de pura testosterona, de tipos duros como el acero que, solitos o en compañía de otros con similar ADN, son capaces de no dejar títere con cabeza, de arrasarlo todo como un huracán. No les pidamos a esos resistentes y pétreos personajes que tengan más de una razón de ser, son básicos, su mensaje es escueto y lo demás es furia desenfrenada. De la mano de Ted Kotcheff en 1982 llegó Acorralado, con Sylvester Stallone en el rol del soldado John Rambo que regresa a su país para recibir solamente hostilidad. Ese héroe solitario, marginal e incomprendido, esa máquina de matar activada, cayó bien, nos pusimos de su lado, y eso propició más entregas que, siendo entretenidas, fueron perdiendo ese aura de vengador motivado. Ahora, de la mano del inoperante Adrian Grunberg, cuya referencia es haber metido a Mel Gibson en una cárcel mexicana en Vacaciones en el infierno, Rambo es lo más parecido a un zombi, a un outsider de tercera, a un intento de film crepuscular que deviene un sinsentido y que funciona como excusa para que el veterano boina verde vuelva a masacrar a gente mala mientras suelta escuetas frases elementales que lo justifiquen ante tanto canalla. Lo que antes era patriotismo un tanto reaccionario ahora deviene solo estúpido, la violencia es llevada al paroxismo en el segundo tramo de tan parca historia y su vengativo enfrentamiento con lo peor que ha pisado su rancho marca a las claras que tras la masacre no hay nada, solo una película que los españoles Sergio Peris-Mencheta y Óscar Jaenada al menos dicen habérselo pasado bien en medio de ese caos lleno de mexicanos truculentos. Como dirían por allá: ¡No mames pinche güey!Dirección: Adrian Grunberg.
Int.:
Sylvester Stallone, Paz Vega, Sergio Peris-Mencheta.:
Cines: JCA Alpicat, Urgellenc (Tàrrega).
★☆☆☆☆