CRÍTICADECINE
La seducción del caos
JOKER
Produce desasosiego e inquietud que Gotham, esa ciudad de cómic, tenga aire real y turbador, donde se respira descontento en sus callejuelas, donde la tensión palpita a cada paso y donde habitan seres marginales abrumados, desconcertados y confundidos. Como Arthur Fleck, un ser que solo aspira a ser un cómico que haga reír a los demás, un hombre que tras su disfraz de payaso esconde un trastorno mental, una tara de risa incontenida, un trauma que lo asoló y que vive junto a su madre en el lado triste de la vida mirando la televisión y observando a ese presentador que lo absorbe desde su propia demencia. Un mundo irreal inventado que utiliza como coraza ante el maltrato, la violencia y la incomprensión que con insistencia se ensaña con él. Todo en este abrumador Joker produce sensaciones contradictorias entre la lástima y el rechazo, entre la aflicción y el horror, entre esa mezcla terrible en un personaje tan desvalido como despiadado. Y todo eso lo lleva hasta el límite de la interpretación un Joaquin Phoenix creíble en la frontera de la locura, en sus gestos y posturas, en su histrionismo y su mirada, tan tierna como cruel, convertido en una figura cuya metamorfosis deviene salvaje, dejando constancia de que estamos ante el mejor actor de su generación. En su caos, la sociedad genera un monstruo, un monstruo que escribe en su diario: “Lo peor de la enfermedad mental es que la gente se espera que actúes como si no la tuvieras”. Joker es una película que impresiona no por mostrar el origen de un villano, sino el por qué. “Así es la vida” (That’s life), como la canción de Sinatra que un Joker despojado ya de toda humanidad va murmurando con maliciosa sonrisa.Dirección: Todd Phillips.
Int.:
Joaquin Phoenix, Robert De Niro, Frances Conroy.:
Cines: JCA Alpicat, Urgellens (Tàrrega).
★★★★★