El corazón del bosque

Árboles que son derribados por fantasmales máquinas que avanzan arrasando entre la niebla nocturna. Un hombre que retorna a casa después de haber estado en prisión con la etiqueta de pirómano como leyenda pegada tras sus pasos. Una madre arraigada a la tierra con profunda sabiduría del lugar que habita, una mujer paciente y resistente como esa naturaleza que los envuelve, y el resquemor de los lugareños en torno a un ser no aceptado que como una maldición parece que le acompaña el fuego.

Lo que arde es una película de una profundidad que abruma, de una belleza sin artificios en un paisaje que se adivina entre la bruma, húmedo y riguroso, una Galicia ancestral entre el verdor y la lluvia que hipnotiza, tanto como las llamas que marcan una tierra que agoniza desde dentro. Un modo de vida ancestral que invita a la contemplación, a la mirada, donde el tiempo no existe, dejando en el aire casi a modo documental un modo de vida, unos silencios atávicos que acompañan a Amador, estigmatizado, tan solo protegido por esa anciana que escucha de su hijo su animadversión hacia los eucaliptos, a sus raíces que todo lo asfixian y que hacen sufrir, algo que se convierte en sinónimo de ese mismo hombre. “Si producen sufrimiento es porque sufren”, contesta la madre con la sabiduría de los años vividos.

Laxe, tras Todos sois capitanes y Mimosas, se afianza como uno de los directores más profundos, más interesantes y puros del panorama cinematográfico, un hombre que aquí junto a la impresionante fotografía de Mauro Herce ha llegado hasta el corazón del bosque, a lo más profundo del alma humana, al centro de un fuego devastador que todo lo destruye.