CRÍTICADECINE
La guarida del topo
LA TRINCHERA INFINITA
Durante la guerra y posguerra civil española se denominaba topos a todos aquellos que se ocultaron durante años de las represalias, de las venganzas, de las delaciones y los sangrantes “paseos”. Hombres que en muchos casos estuvieron décadas ocultos en escondrijos o en zulos camuflados en sus propias casas, viendo la vida pasar a través de pequeños agujeros o en escapadas silenciosas por una casa a oscuras, siempre en tensión, temerosos de ser descubiertos y contando tan solo con la complicidad de sus familias. Ese encubrimiento los convertía en fantasmas que envejecían sin poder salir a la calle, esfumándose en los días marcados en calendarios y tan solo contando con la fidelidad de mujeres que sufrían y mentían para velar por sus maridos con los que mantenían esporádicas relaciones en las sombras, o viendo cómo los hijos crecían desde el otro lado de la pared. La trinchera infinita es una película sobre el tiempo estancado, sobre el miedo y la tensión, narrada en un andaluz cerrado de pueblo que le otorga veracidad al relato, a ese inicio feroz de persecución y muerte, a la obsesiva ansia de venganza de vecinos enfrentados y a la mala suerte de habitar en el bando que quiere matar a Higinio, al que su esposa Rosa cobija frente a todo y a todos. Esta es una historia de supervivencia visceral, en la que Antonio de la Torre y Belén Cuesta se meten en su papel hasta el alma dentro de una película que asfixia, donde los sentimientos son devorados por el silencio y por un terror vencido tan solo cuando los “topos” fueron amnistiados en 1969, treinta años después, para poder salir a respirar un aire que parecía no traer tanto odio como el que los enterró en vida.Dirección: Garaño, Arregi y Goenaga.
Intérp.:
Antonio de la Torre, Belén Cuesta, V. Vergara.:
Cine: Screenbox Funatic.
★★★★☆