CRÍTICADECINE
Me olvidé de vivir
País: México, 2018.
Directora: Alejandra Márquez Abella.
Intérpretes: Ilse Salas, Flavio Medina, Cassandra Ciangherotti, Paulina Gaitán.
Cine: Screenbox Funatic
La protagonista –una perfecta Ilse Salas– es una mujer en una jaula de oro, donde las apariencias lo son todo.
La realizadora traza una introspección alrededor de esa señora casada con tres hijos que es feliz a base de grandes celebraciones de cumpleaños, de envolverse en conversaciones frívolas, de regalos de un esposo que manda porque él es el seguro que le permite llevar ese tren de vida. Y dentro de esa atmósfera superficial se esconden los sueños, esa voz en off que piensa en una especie de telenovela junto a Julio Iglesias, en aventuras en yate o acompañando a la realeza, mientras van sonando los acordes de Me olvidé de vivir y aquellas palabras “De tanto correr por la vida sin freno / Me olvidé que la vida se vive un momento / De tanto querer ser en todo el primero / Me olvidé de vivir los detalles pequeños”, mientras aparece una recesión económica en el país que amenaza ruina, el fin de los privilegios, un tiempo en que todo se pierde paulatinamente, el tiempo de la desesperación ante un marido siempre ebrio que no puede impedir el naufragio. Todo se desmorona como un castillo de naipes, las tarjetas de crédito son devueltas, los niños preguntan asustados si son pobres, las amigas se distancian y clavan cuchillos por la espalda, es el fin de una casta añeja y el principio de otra que surge y que la protagonista de la película observa con envidia, aferrándose a un tiempo que no volverá.Las niñas bien es crítica, sacude a una sociedad que intenta sobrevivir desde las cenizas y también tiene su espacio para mostrar la indefensión en mujeres que han vivido siempre a la sombra del hombre adinerado, creando un vacío existencial que incluso causa una cierta conmiseración. Quién lo diría.