Comer o morir

El hoyo es una película realmente extraña que busca en una distópica sociedad futura –o no tanto– reflejar un análisis brutal sobre el comportamiento humano, sobre la estructura moral y amoral de la sociedad, un estudio del cómo funcionan las cosas llevado hasta el extremo.

Esta producción con sello vasco, que se llevó varios premios en el pasado Festival de Sitges, nos encierra –y lo digo casi con literalidad ya que angustia, asfixia y desespera en grado sumo– en una especie de cárcel cuya arquitectura fría y monolítica se edifica sobre numerosos niveles. Un lugar al que se puede ingresar voluntariamente o por obligación, detalles que quedan dispersos y casi ignorados en el argumento, y donde una vez por día baja una plataforma con comida.

De por sí, en el inicio de El hoyo asistimos a la elaboración de suculentos manjares, a una extraordinaria muestra culinaria que va descendiendo piso a piso o bloque a bloque, donde se encuentran encerradas las personas de dos en dos. Es ahí donde nace la primera toma discursiva sobre la construcción de nuestra sociedad, pues los del nivel uno, durante un breve espacio de tiempo podrán degustar en primicia tales exquisiteces y, a medida que la plataforma desciende, van quedando las sobras hasta llegar a la total ausencia de alimentos. En este inquietante trabajo donde la supervivencia es la clave se encuentra el personaje central, un hombre quijotesco que intentará rebelarse ante una locura que no tiene fin. Además, una especie de lotería hará que cada mes se ocupen diferentes plantas, y si toca más arriba, será más llevadero, aunque todo lo contrario si toca más abajo. Visto así, El hoyo parece un relato de ciencia ficción más o menos soportable, pero el salvajismo y el desespero lleva a situaciones auténticamente gore, donde incluso el canibalismo está presente y la hostilidad se hace dueña del lugar.

El actor catalán Ivan Massagué sufre lo indecible y resulta absolutamente bárbara su situación, junto a un compañero de estancia fríamente calculador y terrible que encuentra a cada cosa el lado más obvio, palabra que utiliza hasta el cansancio un Zorion Eguileor que con esta película logra muchos puntos para alzarse con el Goya al mejor actor de reparto.El hoyo guarda claves de títulos en torno a gente encerrada y amenazada como sucedía en Cube, pero aporta además de sus dosis de pura y eficaz crueldad su espíritu rebelde, aunque en su tramo final todo quede un tanto disperso, ya que el sufrimiento supera en mucho el mensaje.