CRÍTICADECINE
Podredumbre humana
Cines: Funatic, JCA Alpicat.
País: Francia, 2019.
Director: Roman Polanski.
Intérpretes: Jean Dujardin, Emmanuelle Seigner.
Tomando como base el libro de Robert Harris El oficial y el espía, Polanski recrea el famoso en su día caso Dreyfus, el un oficial judío acusado de alta traición y condenado a cadena perpetua en la Isla del Diablo, a muchos kilómetros de ninguna parte, con intención de olvidarlo y tranquilizar una paranoia social general.
Lo más lamentable es que ese “traidor” cuya defensa era su propio grito reclamando justicia a su honor, era inocente y víctima de un contubernio político y militar donde desde los más altos estamentos todo era podredumbre humana. Definitoria resulta una frase de la novela al señalar que: “El olor se infiltra en el cabello y la ropa y se asienta en las fosas nasales, incluso en la lengua, para que todo sepa a corrupción.”
En esa historia sobre la degradación de un hombre inculpado con oscuras artimañas para salvaguardar el prestigio de los poderosos, xenófobos en grado sumo, y por no rectificar ante el fragor de las multitudes henchidas de un orgullo patrio que los convertía en imbéciles, en una masa que castiga de oídas, el famoso artículo del escritor Émile Zola J’accuse, poniendo nombres y apellidos a un estado falaz, farsante, volvió a encender la mecha de la polémica.
Pero al margen de describir con meticulosidad de orfebre unos hechos históricos, el director francés de origen polaco disecciona a través de un personaje capital, el militar Georges Picquart, que toma el mando de los servicios de espionaje, los métodos de trabajo y el laborioso oficio de recabar información, de recoger cartas troceadas y aunar un puzzle escrito, de vigilancia acérrima, de ejercer un contraespionaje que dejaba entrever que el siglo XX sería feroz, aunque en nombre de la seguridad nacional la manipulación y los falsos testimonios se colasen entre las sombras.
En El oficial y el espía también se describe la vida privada de Georges Picquart, sus encuentros amorosos furtivos, su duelo a primera sangre frente al servil hipócrita, o su caída en desgracia, la obstinación durante más de una década para desarmar a los fariseos del estado, y todo esto con la marca de un cine diferente, opaco en su fotografía, en una película elaborada, centrada en el valor de las palabras y de la interpretación, y, sobre todo, con ese mensaje de regusto amargo de saber que la historia siempre se repite.