Política y filosofía

Esta es una película en la que los diálogos son un todo, incansables, con cierto aire a una película que incluso te sobrepasa por tantas frases que se suceden dentro de ámbitos aislados, con dos personajes equidistantes que encuentran vías de entendimiento a base de decirse cosas sin descanso. Eso pone un listón alto a las interpretaciones de la pareja protagonista, un Fabrice Luchini en el rol de alcalde socialista al que ya no le surgen las ideas, que sufre la sensación de no saber innovar más, de no darle a la población ni a su ciudad –en este caso, Lyon– ese resurgimiento que se precisa; y por el otro, Anaïs Demoustier, que entrará en el mundo político y a sus luces y sombras para asesorar a un veterano dirigente y dar un nuevo impulso a ese vacío existencial que tiene preocupado al alcalde y, como método, la utilización de la filosofía.

Existe en Los consejos de Alice una crisis entre ambas personas, la de un hombre con poder sin nuevas fórmulas en su ideario, y la personal de la joven que no encuentra su lugar en la vida, y eso humaniza a dos seres necesitados de encontrar la verdad dentro de un consistorio donde la innovación se antoja ridícula en sus proyectos dirigidos por un entorno donde afloran envidias, donde todo va deprisa y sin tiempo para la reflexión, donde se ejercen sin sentido cuotas de poder, y ese general nerviosismo compulsivo de interferencia. Nicolas Pariser, a base de mucha filosofía y conexión sincera entre ambos personajes, nos habla del ejercicio político en tiempos en que este se encuentra en descrédito o, lo que es lo mismo, como señala la película: “De la pérdida del crédito moral que afecta a las formas civilizadas de la vida”.