Veneno en la tierra

Película que llega en el momento en que la crisis medioambiental es imparable, en que las grandes cumbres sobre el tema se cierran sin acuerdos y donde el cinismo de poderosos presidentes juega a negar el problema. Aguas oscuras se suma a un buen número de películas en torno a los desastres en el ecosistema, en los animales y en las personas que provocan las grandes corporaciones químicas que, sin escrúpulos, han generado fortunas a base de envenenarlo todo. Por ello, esta película no es novedosa en temática, pero sí minuciosa en mostrar un caso concreto ocurrido en Virginia con la empresa DuPont, que lo pudrió todo a lo largo del río Ohio, y que con el teflón generó otro problema de grandes dimensiones. Todd Haynes, director elegante cuyas películas Lejos del cielo o Carol lo demuestran, se decide aquí por la austeridad, por concentrarse en un complejo caso salido de un artículo del New York Times Magazine, y en la lucha durante años de un abogado por hacer justicia, un hombre que decidió no defender más a Goliat y proteger a David. Tragedias familiares, pulso al poder industrial, conflicto de intereses y miseria laboral, enfermedades y temor ante la envergadura que tomaron los acontecimientos tejen la épica lucha de un hombre pertinaz contra negocios tóxicos. Mark Ruffalo, un actor solvente, cumple en su rol de defensor de causas perdidas dentro de una de estas películas meritorias para indignarte, para cerciorarte que el mal que nos está matando no cesa y que lo que sucedió allí prosigue en cada rincón del mundo, como una enfermedad endémica que todo lo corrompe, porque de todos es sabido que el mayor peligro para el hombre es el hombre mismo.