CRÍTICADECINE
Sobre el arco iris
Director: Rupert Goold.
Intérpretes: Renée Zellweger, Rufus Sewell.
Cines: Screenbox Funatic, JCA Alpicat, Urgellenc (Tàrrega).
El prólogo de este biopic presenta a una adolescente presionada por el omnipresente Louis B. Mayer en los estudios donde se rodaría la mítica El mago de Oz, un discurso feroz sobre el éxito y el fracaso, sobre la esclavitud a cambio de la fama, esa fama que le robó la infancia y la juventud y que Ruperd Goold muestra a través de flashbacks. Un tiempo que despojó de sueños a una niña corriente atada a la política de los grandes estudios. Un juguete roto, una vida apagada que, sin embargo, se hacía grande en el escenario como resucitando cada noche, menos aquellas que reflejaban sus taras, su tragedia personal que intentaba aliviar con alcohol y barbitúricos, mostrando ante todos que hay momentos en los que ya no se podrá ser lo que se fue. Judy Garland era un mito incómodo, una persona descentrada, poco fiable, gastada por la vida e imprevisible, como sus días o las noches de insomnio, pero tenía un talento indestructible, algo que ni la soledad, ni la falta de afecto, ni nada podía borrar.
Como aquella cinematográfica Norma Desmond que el mundo olvidó en Sunset Boulevard, o aquella Gloria Grahame –tan real como incomparable–, cuya estrella se hizo cenizas, Judy Garland forma parte de un tiempo tan mítico como cruel y que ahora le servirá a Renée Zellweger para ganar el Oscar porque es un espejo de aquella mujer, y su lucimiento es incuestionable ya que sin ella uno no concibe este film. Garland murió con tan solo 47 años, pero sigue ahí, sobre el arco iris, ya que, como se señala en los créditos finales recordando al Mago de Oz, “un corazón no se juzga por lo mucho que tú ames, sino por lo mucho que te amen los demás”.