El dedo en la llaga

De parejas a la fuga el cine ha dado unas cuantas, pero al contrario de amantes con ánimo asesino como los de The Honeymoon Killers, de Leonard Castle, los enfebrecidos de Natural Born Killers, de Oliver Stone, o los inconscientes de Badlands, de Terrence Malik, Queen & Slim están mucho más cerca de Bonnie and Clyde, de Arthur Penn, abocados a un final amargo y envueltos en un aura popular, unos porque caían bien pese a que eran malhechores declarados, y estos por ser víctimas de un sistema policial racista. Melina Matsoukas, creadora de videoclips (Beyoncé o Rihanna), se estrena en la dirección de largometrajes con un film en el que coloca su experiencia, conocimiento musical y dominio de la estética visual al servicio de una cinta que, a pesar de sus lagunas argumentales, tiempos muertos superfluos y excesivo metraje, se revela como necesaria dentro de la problemática de desigualdad étnica que sigue sacudiendo la sociedad americana.

Una cita sin mayor importancia se transforma en un drama cuando un policía blanco con odio a flor de piel ordena detener el auto y lo que parece ser una simple advertencia, desemboca en tragedia. Convertidos en criminales, deberán huir por diferentes estados acosados por unos y protegidos por otros. Queen & Slim alcanza momentos brillantes cuando retrata paisajes, gasolineras, casas con una fotografía estimable. Se asoma a los sentimientos uniendo a dos seres marcados, pero a su vez realiza un discurso de denuncia. Convierte una historia de amor desesperado en un visceral ataque a la injusticia, a un racismo que no cesa y atacando unas leyes arbitrarias en los derechos de unos y de otros.