CRÍTICADECINE
Todo un espectáculo
“Spider-Man: Cruzando el multiverso” es una montaña rusa sin final, enloquecedoramente vertiginosa, excesiva, reinventando el mundo de los superhéroes trasladados al cine, utilizando la animación como alarde técnico y visual, con un sinfín de frenéticos planos que se entrelazan para, en casi dos horas y media, someternos a una sacudida de adrenalina delirante en esta segunda entrega sobre Miles Morales, un Spider-Man adolescente, su amiga Spider-Woman -ambos en conflictos paternofiliales-, el villano con el muy descriptivo nombre “La Mancha” y miles de hombres araña cohabitando en ese multiverso acelerado que todo lo invade. En el plano narrativo, existe ese tono de culpa en sus personajes principales, algún toque dramático y ocurrencias -unas más divertidas que otras-, entre este entramado de discursos peculiares y amenazas que ponen en peligro el enrevesado equilibrio de esas dimensiones paralelas vinculadas entre sí. El salto en cuanto a técnica es abrumador en una producción que deja hipnotizado al espectador, y da igual que se entienda más o menos la trama, que por supuesto no acaba aquí, sino con un continuará.
Lo que prima es el espectáculo y eso no se puede negar. Y lo más sorprendente es ver cómo una producción de animación supera con su singularidad a los superhéroes de carne y hueso y a sus ya muy reiterados golpes de efecto.