Grabado en la piel

EL MAESTRO JARDINERO

A Paul Schrader se le deben guiones que forman parte de la historia del cine como Taxi Driver o Toro salvaje, pero Schrader es más. También es un director con estilo propio, que conoce el oficio y que tiene en cada elemento narrativo que utiliza gran parte del estudio de identidad de sus personajes, de su potencial dramático. Recuerdo la maravillosa Aflicción como uno de sus trabajos más poderosos.

Con El maestro jardinero cierra una trilogía iniciada con El reverendo y seguida por El contador de cartas. Las tres películas son en sí mismas profundos tratados sobre el estado de culpa, sobre el desasosiego causado por un pasado oscuro y por la búsqueda de una redención que justifique una ruptura con los errores cometidos.Existe en las películas de Schrader esa conducta de escribir un diario. En el caso de El maestro jardinero, en torno al mundo de las flores y de las plantas, al micromundo en el que vive, entre los jardines de una gran mansión.

Con apostillas sobre la posesiva dueña de todo, sobre él mismo y su situación de persona con una nueva identidad, sobre un día a día trastocado por la llegada de una joven que lo ha de devolver tanto a los fantasmas del pasado –esos fantasmas reflejados en los numerosos tatuajes grabados en su propia piel–, como al despertar de un deseo largo tiempo adormecido.El maestro jardinero posee un ritmo pausado, contemplativo, otorgando a su personaje Narvel Roth (Joel Edgerton) la capacidad de mostrar diferentes capas de su personalidad, trabajada con paciencia, igual que hace un jardinero con la naturaleza.