La magia de Wes Anderson

Wes Anderson es un mundo y eso le concede el mérito de ser diferente, de una fantasía e inventiva desbordante y maravillosamente plasmada en la estética de sus películas en el detalle de los objetos, en la utilización del color, en todo lo que rodea a sus sofisticados y creativos trabajos y, por qué no decirlo, absurdos, como referente básico para sus virtuosos experimentos narrativos y visuales. Asteroid City nos traslada a una ciudad imaginada, muy vintage en la década de los años 50, en pleno desierto y zona de pruebas nucleares, meteoritos que dan carácter turístico y hasta marcianos que visitan un lugar por donde transitan un gran número de estrellas del cine a las que no les importa ser solo figurantes en una película de Wes Anderson.Una obra de teatro televisada y cuyo narrador nos va dando pistas sobre el ejercicio de construcción de la misma nos transporta a su vez a esa ciudad casi fantasma donde se alternan jóvenes genios científicos, militares, familias acompañantes, actrices con glamour y vaqueros que han perdido el bus con los pocos habitantes del lugar. Todo un abanico de incoherentes individuos.Anderson nos coloca en ese desierto americano pero rodado en Chinchón temas musicales como el Indian Love Call, de Slim Whitman –que aparecía en el Mars Attacks! de Tim Burton–, o incluye a un Correcaminos por una carretera poco transitada.

En Asteorid City, el blanco y negro y el color se alternan. Todo fluye y no importa el sentido de la historia. Lo que sorprende es que cada plano, cada elaborado instante, es para enmarcar.