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El veterano Harrison Ford, en su quinto ‘Indiana Jones’.

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INDIANA JONES Y EL DIAL DEL DESTINO
★★★★☆
Para dar testimonio de que eso de ser un héroe aventurero con un justificado odio a los nazis que tienen debilidad para robar reliquias del pasado le viene de lejos, las primeras escenas de Indiana Jones y el dial del destino son vertiginosas en un tren durante la II Guerra Mundial, con un Indy retocado digitalmente. Después, un salto temporal nos lleva a finales de los 60 con el profesor Jones a las puertas de su jubilación, y con tantas arrugas en su rostro como cicatrices atesora un cuerpo que ha vivido más de siete vidas. Pero este hombre está predestinado a que la aventura llame a su puerta y protagonizar persecuciones en medio de un desfile, dar media vuelta al mundo, jugarse el tipo en ciudades míticas, pisar el fondo marino o adentrarse en tumbas ocultas, en esta ocasión acompañado de una joven tan pícara como resuelta, que aporta chispa y combustible al octogenario personaje que todavía hace cosas que ni imaginamos.

Indiana Jones y el dial del destino nos muestra como trama de la historia un artefacto creado por Arquímedes, el inventor y matemático griego, que en manos perversas puede devolvernos al horror.No es Steven Spielberg el que dirige esta entrega. Es James Mangold y sale muy bien parado del encargo, pues este espectáculo visual no pierde ritmo. Es una película acelerada, con pocos achaques, guarda en todo su metraje el espíritu del cine de aventuras, de los grandes héroes a su pesar, buscando y descifrando esa pieza arqueológica que puede cambiar el sino de la historia, con permiso del villano de turno, aquí un Mads Mikkelsen hierático, perfecta representación del mal sin apenas despeinarse.Mangold nos ofrece un compendio del Indiana Jones puro, joven y viejo, encantado y desencantado, ágil y achacoso en esta su última y lúcida aparición para no olvidar, porque Harrison Ford será siempre el dueño de una cazadora de cuero, un sombrero y un látigo.

Al menos mientras el cine siga siendo cine.

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