CRÍTICADECINE
El club de los suicidas
Una reflexión en torno a la esperanza sin eludir la realidad, el hartazgo de existir sin ganas.El primer día de mi vida es una especie de cuento que, tocando un tema tan frágil, se desmarca de lo macabro y entra más en terreno emocional. Apela a los resortes del interior y teje vínculos afectivos entre los personajes que muestra, cuatro personas que, amparadas por un ser extraño que conoce muy bien el hecho de tocar fondo, tendrán una semana para reconsiderar su decisión, una oportunidad de borrar una muerte súbita para poder vivir otra con sus alegrías y sus penas, pero recuperada. En esta película hay unas interpretaciones magníficas, comedidas, cada una de ellas llevando a su personaje a su espacio vital, a sus rincones, a sus argumentos, y todo fluye, y todo resbala con un halo de tristeza contenida, que no hace ruido, como el paso de la lluvia en una ciudad nocturna, como una música que complace, como una comida junto al mar.Genovese no elude las reminiscencias de aquel Qué bello es vivir de Frank Capra y de esos custodios que te pueden cambiar la vida o la muerte.
Incluso hay esa mirada a cómo sería un mundo sin ti. Y claro, consigue que inevitablemente la película nos conmueva.