Las vidas rotas

La sombra del fascismo en Italia ha sido siempre amenazante, algo extrapolable a España. Todavía bajo la influencia de Mussolini en ideas retrógradas y vergonzosas, se hizo famoso en la década de los 60 la detención y el posterior juicio al intelectual Aldo Braibanti bajo la acusación de “subyugación moral”, que venía a sustituir aquello de perversión a su joven amante, y de paso, silenciaba la palabra homosexual para dar a entender que eso, en el país transalpino, no se daba. El veterano Gianni Amelio, que entró en el cine por la puerta grande con su excelente Lamerica (1994), lleva a cabo una revisión de aquel caso que convertía al ciudadano de izquierdas en un ser despreciable –ni tan siquiera se podía decir la palabra comunista– y al homosexual en un enfermo, enfermedad que, como en el caso del joven amante de Braibanti, debía de ser tratada con duras terapias de electroshock.La película alterna diversos tiempos, desde las clases de teatro del maestro, su afición por el estudio de las hormigas –que compara con el comportamiento humano y en la que la sociedad de insectos sale mejor parada en todos los aspectos–, sus relaciones con el muchacho, la hostil oposición familiar, su detención y el juicio en el que se le condenó a nueve años de prisión.La figura de un periodista comprometido nos acerca a la realidad del momento, a la farsa de la justicia, al obtuso modo de entender la vida en elementos que anulan las emociones y sentimientos de otros, y así también con la de la madre de Aldo Braibanti, al sufrimiento en silencio y al amor incondicional por el hijo –la escena de la pintada en la pared de la casa es definitoria–.Una película reivindicativa que nos recuerda el dolor que también asoló a genios como Pasolini o Wilde.

Este título viene a demostrar que el pasado puede estar a la vuelta de la esquina para coartar y restringir libertades. Ténganlo en cuenta cuando vayan a votar.