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Gaspard Ulliel y Vicky Krieps, en una escena del film.

Gaspard Ulliel y Vicky Krieps, en una escena del film.SEGRE

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MÁS QUE NUNCA

★★★★☆
No hay nada más complicado, más difícil de sobrellevar que una enfermedad cuyo resultado es irreversible. Y lo es aún más si todavía se es joven, tanto para la persona que la padece como para los efectos que provoca en su pareja, en esa situación límite de impotencia y desolación. Pese a su temática que nos habla de la muerte, de la casi inexistente esperanza de vida, hay en Más que nunca una desvinculación con el drama fácil, con la escena trágica.

Se mueve con suavidad, sin hacer ruido y no provoca la tragedia. Tampoco pretende ser un faro guía de cómo se debe afrontar algo tan definitorio, sino que nos habla de sentimientos, de dolor sobrellevado de un modo soportable en ocasiones, y con amargura otras, cuando aparecen esos momentos en que nada ni nadie te puede confortar pese a los intentos de quien te quiere pero que no sabe cómo anular lo irremediable.Ante ese comportamiento de aflicción y pena que inunda a los que le rodean, el personaje central de esta historia decide viajar lejos, a un rincón de Noruega. Respirar, si puede, en otro lugar para sentirse vivo el tiempo que le resta de vida.

Junto a otro ser que también sabe mucho de sufrimientos, Hélene, determinará su destino, mientras que su compañero Mathieu, –papel interpretado por Gaspard Ulliel, fallecido a los 37 años por un accidente de esquí en 2022 justo después de finalizar esta película–, deberá de entender que es ella quien tiene el derecho decisivo de decidir.Una extraordinaria Vicky Krieps absorbe el alma de su personaje, no se desborda en furia gratuita. Mantiene, sin embargo, ese tono de indomabilidad tras una apariencia sensible, pero intentando en todo momento que lo doloroso y triste no nos atraviese. Por ello, Más que nunca, sobre todo en sus cálidas escenas finales, es mucho más que un retrato sobre la muerte.

Es un canto a la vida.

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