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Un fotograma de la película “Godland”

Un fotograma de la película “Godland”SEGRE

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GODLAND

★★★★☆
Una película que por momentos te impresiona, te absorbe, y que en su absoluta austeridad argumental contrasta con una impresionante mirada hacia un país profundo, inhóspito, de una belleza salvaje, indomable, superior a los deseos del hombre. De por sí, la extraordinaria fotografía de Maria von Hausswolff resulta hipnótica, adquiere un protagonismo absoluto, donde los hombres son pausadas figuras que atraviesan lo infinito, donde el tiempo ya no se mide y la fe se tambalea, se pierde ante la hostilidad infinita del lugar. La historia nos remite a finales del siglo XIX, cuando un sacerdote danés recibe el encargo de edificar una iglesia en la indómita Islandia −por aquel entonces colonia danesa−, y una vez allí, en medio de la nada, evangelizar a sus toscas y ásperas gentes.

A través de una expedición que recorre buena parte del país, el religioso fotografía gentes y lugares y de por sí, Hlymur Palmason se basa en un reducido grupo de imágenes encontradas en aquel país clasificadas como las primeras realizadas en Islandia para desarrollar su película. “Godland” es contemplativa, que encierra además, un profundo estudio sobre el ser humano, sobre la fe, sobre el poder de Dios en la espiritualidad y misticismo del personaje, que irá perdiendo en favor de la contradicción, del deterioro de una convicción, del cansancio mental, del enfrentamiento con otras gentes, agrestes y también cargadas de culpa. Con un formato nada convencional en nuestros días, el cineasta islandés Palmason va marcando una influencia tóxica que incide en la terquedad del sacerdote, en la lucha idiomática, en un duelo de caracteres donde predomina el odio y la hostilidad, la necesidad de liberación, convirtiendo las heridas morales en sentido de culpa revestida de venganza.La sombra de un cineasta extraordinario como Carl Theodor Dreyer planea sobre “Godland”, sobre la razón y lo moral, sobre la fe y su cuestionamiento, cuando la naturaleza finalmente marca la insignificancia del hombre junto a sus virtudes y sus taras, olvidándolos, para que el silencio lo invada todo.

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