CRÍTICADECINE
La nostalgia no es un error
EL SOL DEL FUTURO
★★★★★ Hace ya veinte años me fascinó ese paseo en Vespa que Nanni Moretti daba alegremente por un caluroso y despoblado ferragosto romano en Caro diario, hasta el punto de que no paré hasta encontrar el cartel original de la película, que todavía conservo. Los posteriores trabajos de Moretti, sin ser en absoluto desdeñables, no me entusiasmaron demasiado, exceptuando Abril. De este magnífico realizador italiano uno siempre espera lo mejor, que te cale con sus pulsaciones de ternura, de su ironía, de esa facilidad para mover los resortes de la emotividad sin esconder algún que otro ramalazo de egocentrismo, absolutamente perdonable pues, con su sapiencia, se lo puede permitir.Con El sol del futuro tenemos la seguridad de que vemos al mejor Moretti, ese que sabe intercalar tristeza y alegría, que impregna su historia de drama y comedia, que lo ve todo negro pero que aprende a alejar las nubes que amenazan tormenta. Es un compendio del carácter humano y lo que no adivina en su yo particular lo ve en otras personas y aprende, es un sabio que aprende, que se mira como si estuviese frente a un espejo y convierte a su personaje en él mismo, se desnuda sinceramente buscando la felicidad y la transmite a través de escenas en la que todos participan, como una coreografía viva, cargada de encanto.En El sol del futuro Nanni Moretti interpreta a Giovanni, un director de cine intentando levantar una película enmarcada en el partido comunista italiano de 1956 frente a los numerosos problemas que le surgen tanto a nivel profesional como particular, arrastrando una crisis matrimonial, con un productor francés tan entusiasta como imprudente y encerrado en sus ideas, ideas que no tendrá más remedio que cambiar para encontrar la felicidad personal y la de los demás.Moretti pertenece emocionalmente a la vieja guardia del cine italiano, la de Mario Monicelli, Ettore Scola, Dino Risi y, por descontado, Federico Fellini, ya que en algunos momentos se tiene la sensación de estar viendo una película felliniana, circense en imágenes y música.
Hay mucho de nostalgia, de recuerdos, de aquella luminosidad que desprendían las películas de antaño, las canciones que animan a la evocación, a cantarlas sin complejos porque forman parte de un tiempo vivido. Hay mucho de homenaje aquí, como la espléndida escena en la que todo el mundo gira en torno a sí mismo al son de una canción de Franco Battiato, o admirando la perfección del rostro del Marcello Mastroianni de La dolce vita, o el modo en que cierra este poderoso trabajo, con una enorme capacidad para emocionarte.Moretti no olvida la crítica mordaz, la lección moral, ética, incluso filosófica del mal uso de la violencia en el cine, o de los ejecutivos de Netflix que sólo saben de algoritmos. A Moretti no podía haberle salido una película mejor. Hace que te reconcilies con el cine, que lo ames.
Ya solo por eso hay que estarle agradecido.