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Un fotograma de ‘The Road Dance’, del britànic Richie Adams.

Un fotograma de ‘The Road Dance’, del británico Richie Adams.

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THE ROAD DANCE

★★★✩✩

Esta es una de esas películas que entran en cartelera sin hacer ruido, humildemente, apenas despierta el interés de los medios, queda eclipsada por otros títulos que, sin embargo, son mucho menos profundos, que no poseen un estudio de personajes tan pegados a la tierra, tan doloridos, tan aislados.Basada en una novela de John Mackay, oriundo de las escocesas Islas Hébridas, e inspirada por una historia que escuchó de los habitantes de las mismas, The Road Dance desarrolla un intenso drama que tuvo lugar en 1916, durante la I Guerra Mundial, esa que se llevó a los hijos, a lo mejor de cada casa, para en su mayoría no retornarlos. En la isla de Lewis, azotada por el viento y las olas bravías que chocan insistentemente contra las agrestes rocas, habita una joven que sueña con otra vida mejor junto a su amado. Ambos se desmarcan de lo que es habitual en el lugar, leen libros y son sabedores de que al otro lado del mar puede existir una historia mucho más deseable para ambos. Pero la guerra reclama al muchacho hasta las sangrientas trincheras francesas del Somme, y unos hechos brutales acaecidos al amparo de la noche enturbiarán cualquier deseo de cambio.

Todo se vestirá de tragedia después de ese baile de despedida de los hombres que van a luchar denominado ‘The Road Dance’.El film mantiene una austeridad constante. El lugar es desapacible, pero hermoso. Sus gentes, hoscas, con tradiciones que el tiempo ha estancado en sus almas. Gran parte del metraje intenta ocultar lo evidente, buscando evitar que una pequeña sociedad rural sea consciente de lo sucedido, una comunidad arraigada en la religión y en una época estática.

En ese momento, The Road Dancing se acerca a La hija de Ryan, una de las obras maestras de David Lean, y respira clasicismo, pero a su vez alza la voz en favor de la mujer reprimida, ofendida, saqueada, y no ceja en el empeño de poner las cosas en su justo lugar porque inculpar a la víctima no es el camino final que marca esta historia.Tal vez la película se resiste a abrir el corazón de los adustos habitantes del lugar, se va encerrando a sí misma. En algún momento se bloquea, pero en su conjunto mantiene su rigor, su halo de fatalidad y la lucha por salvar la adversidad. Esa capacidad de exploración del fondo del ser humano la convierte en un digno trabajo a tener en cuenta

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