CRÍTICADECINE
El sueño del cazador
AL OTRO LADO DEL RÍO Y ENTRE LOS ÁRBOLES
★★★★✩
El espíritu de Ernest Hemingway planea por toda la película, el personaje central que él mismo creó, tiene muchas de sus características. Es como si el autor de “Al otro lado del río y entre los árboles” hubiese hecho una declaración escrita de sus interioridades que ya son públicas. Paula Ortiz, que ya adaptó a Lorca con “La novia”, ahora dirige una película con marchamo internacional, y lo hace con una gran delicadeza, mirando profundamente a los personajes que transitan por una Venecia fotografiada de modo admirable por un maestro de la luz como es Javier Aguirresarobe, y deja que el diálogo, la cercanía, un encuentro se haga eterno, que se quede pegado a las húmedas paredes, que forme parte de la neblina casi fantasmal de una ciudad donde la textura del blanco y negro la convierte en mítica.La adaptación de la novela de Hemingway es precisa. Tiene en la figura de su protagonista, un Liev Schreiber perfecto, esa tristeza del hombre que ya lo ha visto todo, que lo ha vivido todo, que lo ha herido todo y que, sin embargo, despierta por momentos ante la presencia de una joven que aporta ese grado de vida, de sentimiento dormido que va formando una complicidad limpia, sincera, con destellos de luz en la penumbra.Richard Cantwell es un veterano coronel que ha combatido en las dos grandes guerras, que tiene sobre sí mismo la carga de la culpa, que está tocado por un destino que no puede eludir, que tiene marcado el tiempo en el reloj de la vida. Un hombre autodestructivo al que solo le queda el sueño de cazar patos en un lugar tranquilo y solitario como excusa, como despedida.La película discurre por una Venecia solitaria y nocturna con ese hombre que es la sombra del propio Hemingway y una joven de rancia aristocracia arruinada a la que curiosamente, el coronel le da armas para ser ella misma y romper esquemas. Una historia enmarcada recién finalizada la guerra en un lugar de canales y plazas donde se bebe en terrazas, se baila, se admira la belleza incluso en la decadencia. Esta es una historia trágica, un drama, una especie de ensoñación que merece ser vivida y donde cada pieza que se incluye en la historia tiene su espacio, su momento, su calidad humana.Paula Ortiz logra que esa historia de lo que pudo ser y no fue, de persistentes fantasmas de la memoria y de ángeles paseantes entre canales venecianos perdure, se mantenga viva frente a la muerte, que el corazón lata con fuerza pese a estar cansado y que existen momentos que valen por toda una vida.