CRÍTICADECINE
Todo saldrá bien
LOS QUE SE QUEDAN
★★★★✩
En un momento de la película, el profesor le sentencia al díscolo alumno: “Los pasos que se dan para esquivar el destino son los mismos pasos que te acercan a él”. Una frase que atribuye a su admirado Marco Aurelio y a sus Meditaciones. Tal vez ahí, en su significado, se encierra la esencia de esta historia pequeña pero que se hace grande, que nos invade y nos hace sentir cosas, sensaciones, pues estamos ante una comedia con tintes dramáticos muy bien trenzada que alterna dosis de ternura, mordacidad, sensibilidad, sarcasmo, diversión, tristeza y que sobre todo, destila inteligencia, brillantez, diálogos perfectos y elaborados.De Alexander Payne se recuerda la muy celebrada “Entre copas”, aunque ese cine que saca lo mejor del interior tuvo en “Nebraska” su mejor versión, su punto álgido sobre el conocimiento del ser humano.Con “Los que se quedan”, este cineasta que sabe perfectamente lo que quiere decir y cómo hacerlo, nos vuelve a conquistar, se sale del camino de la típica historia maestro y alumno en época navideña. Lo edulcorado salta de un manotazo ante un trago de whisky y un par de frases despectivas hacia todo lo que esté al alcance de este profesor de Historia Antigua en un prestigioso colegio de Nueva Inglaterra en la década de los 70, y que deberá asumir la tarea en modo de castigo de cuidar a cuatro jóvenes que por diversas cuestiones no pueden irse de vacaciones. Finalmente, tan solo un alumno con serios problemas personales que lo empujan a una constante rebeldía, la cocinera que siente la ausencia de su hijo caído en Vietnam y el profesor Hunham, un personaje bastante patético en apariencia y al que todos odian por su corrosivo carácter, convivirán juntos dos semanas en esa gran mansión, en ese colegio de gente rica y también bastante torpe en conducta.En “Los que se quedan” existe una relación que se va estrechando, que se abre sinceramente y deja ver lo que cada personaje esconde dentro de sí, sus miedos y sus decepciones ante la vida. Hunham -extraordinario Paul Giamatti- sabe que dejó pasar la vida, que su indomabilidad como persona quedó varada, que todo lo grande que podían haber sido sus años vividos se convirtieron en simples, y que la seguridad de un rincón cerró la puerta a otras cosas, y eso le duele por dentro y por fuera. Por su parte, Angus -también excelente en su papel Dominic Sessa- combate sus traumas, sus depresiones, su roto esquema de familia, siendo un indisciplinado alumno, contestatario, siempre con ideas díscolas en la cabeza y en sus actos.Esta historia de aprendizaje de ida y vuelta, de entendimiento entre dos perdedores natos que en realidad están muy por encima de los que les menosprecian, las circunstancias sobre hechos y momentos de cada una de esas vidas, se muestran en escenas tan bien rodadas, con un halo de realidad tan latente, que las decepciones y las alegrías se manifiestan desde la normalidad más absoluta, desde una bondad que es espontánea, sin artificios, y asimismo de una mala leche bien destilada que también tiene su espacio en un título que nos reconcilia con esos aparentes ogros que esconden una gran generosidad sin necesidad de repartir falsos edulcoramientos. Por eso y muchas más cosas, “Los que se quedan” es una gran película.