CRÍTICADECINE
Donde viven los monstruos
LA ZONA DE INTERÉS
★★★★✩
En ocasiones lo que no se ve pero se intuye es mucho más aterrador. El cineasta Jonathan Glazer toma prestado el título de la novela de Martin Amis La zona de interés, pero no describe una trama de nazis, celos y erotismo sino que traslada su historia junto a la tapia de un campo de concentración, Auschwitz, concretamente a la casa de Rudolf Höss, el oficial al mando de aquel lugar de exterminio. La zona de interés ya desde un principio, con la pantalla en negro y unas notas extrañas, incomoda. De pronto la película se abre con una escena campestre de la familia de Höss. A partir de ese momento, vemos la cotidianidad de un hogar junto al infierno. Los niños se bañan en la piscina alegremente, la esposa ha creado una casa ideal a la que no querrá renunciar jamás, con sus jardines, plantas y sirvientes, con la rutina cotidiana, pese a que a corta distancia se escuchan gritos y disparos y se advierten chimeneas que día y noche lanzan columnas de humo. Höss le lee en voz alta cuentos a su hija, pasean a caballo por los alrededores. Todo es apacible y en el fondo tan turbador, tan espeluznante, cuando adivinamos que el jardinero abona las plantas con ceniza, que los niños juegan con dientes humanos, cuando en reuniones de mandos se habla de eliminar a cientos de miles de personas y de cómo se llevará a cabo.Esta no es otra historia más sobre el Holocausto, como no lo fueron Noche y niebla de Alain Resnais, Shoah de Claude Lanzmann o El hijo de Saúl de László Nemes. La zona de interés muestra la capacidad del ser humano ante el horror, de cómo puede convivir con él, incluso de disfrutar de la vida con tan solo un muro que los separa de las muertes más atroces.Es la banalidad del mal, como acuñó la periodista Hannah Arend cuando cubrió el juicio al nazi Adolf Eichmann en Jerusalén, describiendo a personajes como el propio Eichmann, y por extensión a Höss, como individuos que actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus actos si las órdenes vienen de estamentos superiores. Obedecen sin preocuparles el resultado final.La zona de interés elude la visión del horror, pero ahí está en todo momento, en gran parte gracias a la naturalidad que muestran Cristian Friedel como el comandante del campo y la actriz Sandra Hüller, que hemos visto recientemente en Anatomía de una caída. A Höss lo ahorcaron en el mismo campo que dirigió, junto a la casa que disfrutó con su familia. Sin duda, un acto de justicia.