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Green Border

Título original: Zielona granica.

Año: 2023. Duración: 147 min.

País: Polonia. Dirección: Agnieszka Holland. Intérpretes: Behi Djanati Atai, Agata Kulesza, Piotr Stramowski, Jalal Altawil, Maja Ostaszewska

Cines: Screenbox Lleida

★★★★

La veterana realizadora polaca Agnieszka Holland cuenta con una extensa filmografía a sus espaldas, que alterna algún fracaso con otras películas excelentes como Europa, Europa en torno a un personaje poliédrico como fue el judío polaco Solomon Perel, que se convirtió sin querer en un ejemplo para el ejército nazi, o la preciosista historia de amor Franz. Ahora, describe una crónica desgarradora, difícil de soportar, que te hace pensar en la naturaleza del mal y, al mismo tiempo, en el lado opuesto, el de ayudar aún a costa de asumir riesgos. La historia de Green Border no es una historia del pasado. Es una realidad del presente en la que la cineasta polaca no ha dudado en mostrar al detalle en las casi tres horas de duración de la película una tragedia colectiva que avergüenza, que nos hace repensar en esa opinión de un primer mundo inmisericorde hacia aquellos que buscan desesperadamente llegar a él, ya sea por motivos de supervivencia, cuestiones políticas o por situaciones de inhumanidad en sus países de origen. 

Green Border es el nombre de una zona boscosa y pantanosa que divide Bielorrusia y Polonia, un infierno en la tierra donde los migrantes llegados de Oriente Medio y África quedan estancados y son maltratados por los cuerpos policiales de ambos países. 

La táctica del dictador bielorruso Alexander Lukashenko es la de hacer pasar a Polonia a las malas a todos aquellos que han soñado con una Europa que los acogiese, mientras que en una rivalidad casi en estado de guerra, los polacos los devuelven de nuevo con nocturnidad y alevosía a Bielorrusia a través de lasalambradas, una y otra vez, en un viaje a ninguna parte. 

Holland se centra en una familia siria que lastimosamente soporta el horror y la pérdida; en un miembro de la policía polaca superado por sus propias contradicciones; y en una mujer tenaz que, junto a un grupo de voluntarios, intenta ayudar en territorio hostil. Rodada en un blanco y negro potente, la película es una toma de conciencia sobre lo que está pasando ahora mismo, un dilema moral en una Europa cada vez más cerradaen una hipocresía patente. Hay escenas que hielan la sangre, que te carcomen la moral ante tanta crueldad manifiesta, y pocas que tengan un sabor menos amargo, como un tema musical titulado He muerto ya mil veces que cantan tres jóvenes migrantes cuando se sienten acogidos y a salvo, o esa entrada en una Europa más segura para esa familia siria que ha perdido tanto por el camino. Holland muestra también la doble moral polaca acogiendo a refugiados ucranianos, mientras en la frontera verde la gente muere de un modo atroz

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