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SOLO

★★★★✩

Desde aquella Pink Flamingos rodada en 1972 por John Waters con un travestido Babs Johnson (Divine) protagonizando las escenas más inmorales posibles, varias han sido las películas en las que han aparecido seres provocativos, verdaderas drags como en A Wong Foo, gracias por todo, Julie Newmar, en la que tipos duros como Patrick Swayze, John Leguizamo o Wesley Snipes se transformaban en pura feminidad y, sobre todo, en Las aventuras de Priscilla, reina del desierto, verdadera joya de la road movie a la australiana en la que tres grandes actores como Terence Stamp, Hugo Weaving y Guy Pearce se convertían en reinas del drag, acompañados por una banda sonora extraordinaria y momentos inolvidables. Títulos que han marcado y visualizado ese don camaleónico transformador, aunque casi siempre en tono de comedia.Solo es otra cosa. Es dramática, profunda, rinde homenaje a las drag queens, a sus imposibles caracterizaciones, a ese brillo de purpurina y tacones altos, a un colorido absoluto al ritmo de una música poderosa, pero también es la crónica de un corazón roto, de un ser por el que es imposible no sentir cierta ternura, por esa aflicción y desolación que guarda interiormente, que refleja inseguridad ante el reencuentro con esa madre que lo abandonó para convertirse en una diva de la ópera, y con una relación íntima que, de ser algo mágico, algo así como descubrir a la persona perfecta para enamorarse y vivir los días como si fuesen regalos y las noches cargadas de diversión y caricias, pasa a convertirse en algo tóxico que va destruyendo su frágil carácter, algo que solamente se transforma cuando ejerce de Glory Gore, esa drag que se adueña de los escenarios.La manipulación, el desencanto, provoca una ruptura en la película, que pasa de ser un rendido homenaje a esas artistas sin anteponer excesivos clichés a convertirse en un verdadero estudio personal que transmite una realidad dolorosa solamente atenuada por el arte que Simon, el protagonista, lleva dentro.Existe un vínculo afectivo poderoso entre él y su hermana, alguien en quien apoyarse siempre –un hecho importante en el desarrollo de la película–, cuando la vida ya no es de color de rosa, y solo queda seguir las emociones de nuevo, reinventarse y deslumbrar.La directora Sophie Dupuis ha realizado una visión honesta y admirable sobre un mundo en ocasiones incomprendido y lo ha hecho real y natural –en gran parte gracias al trabajo actoral del joven actor Théodore Pellerin–, porque sencillamente la vida en sí misma, pese a quien le pese, no nos distingue a unos de los otros.

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