Un cineasta marsellés
QUE LA FIESTA CONTINÚE
Título original: Et la fête continue!. Año
Cine: Screenbox Lleida.
★★★★
Me gusta el cine de Robert Guédiguian porque es un cine honesto, sencillo, natural y sincero. Lo he ido siguiendo desde que vi Marius y Jeannette, aquella película en la que retrata la vida de dos perdedores, seres a los que la suerte maltrató y que encuentran una nueva ilusión cuando el destino los une. En ocasiones me viene a la mente la canción Il Pleut Sur Marseille, de Jacques Menichetti, que Guédiguian utilizó para este film, y también para Al ataque. Después llegaron títulos como Marie-Jo y sus dos amores, Mi padre es ingeniero o Las nieves del Kilimanjaro, todas ellas protagonizadas por su pareja en la vida real, Ariane Ascaride, una actriz que emana espontaneidad, con rostro ingenuo y afable pero con gran personalidad.Guédiguian nunca sale de su Marsella natal. La ciudad, esa vida de seres corrientes, forma la base de sus historias mínimas, de esas que pasan casi inadvertidas pero que tienen un compromiso humano, político y social firme y decidido. Que la fiesta continúe no es una excepción. Sigue la estela de su forma de ver el cine como una herramienta de sentimientos, como un escenario de protesta, porque Guédiguian es un hombre que habita en la utopía y persiste con su idea de que hay gente que se merece vivir mejor en una ciudad ya de por sí problemática y deteriorada por el olvido. Él sigue empeñado en mostrarnos a personas normales, nada de artificios ni de dramas de pobre gente rica. Él muestra personas de a pie, de barrio, donde los edificios se derrumban junto a una columna que sostiene un busto de Homero, el cantor ciego de la épica griega, y que sirve como símbolo de protesta.Que la fiesta continúe nos presenta a Rosa, una enfermera a punto de jubilarse, que lo ha dado todo por la familia y por sus ideales. Ella es el centro en el que todos confluyen. Todas las historias cotidianas de sus hijos, de los preparativos frente a unas elecciones cercanas, al origen armenio de los suyos que siempre flota en el aire como una reivindicación de orgullo, a todo. Rosa está cansada, pero como ocurre en las películas de Guédiguian, aparece un amor otoñal que le hará replantearse las cosas. Este es un cine cargado de buenas intenciones, prevalece el optimismo. Regala momentos afectuosos, sociables, frente a los problemas diarios, a la pesadumbre, al discurso que siempre se repite, otorgando un golpe de aire fresco, como si al abrir una ventana llegase la brisa con sabor a salitre frente a un mar que atesora la historia de marinos y barcos, de gente de sangre caliente que sabe que Marsella es su casa y sus calles, las venas que les dan la vida.