Celos otoñales
NIÉGALO SIEMPRE
Título original: N’avoue jamais. Año
Cines: Screenbox Lleida y Circuit Urgellenc Mollerussa.
★★★★
Hay un tipo de comedia francesa muy aposentada en una determinada clase social económicamente solvente, que vive en casas estupendas y que se reúne de tanto en tanto con hijos y nietos para celebrar onomásticas o comidas sin que se antoje ningún tipo de problema. Esa superficie, esa balsa de aceite, siempre guarda más de una sorpresa y aquí, en esta película, no se saltan el guion.Lo que hace que este tipo de películas tengan gancho, que gusten y que diviertan es el enredo, los detalles inesperados que rompen con la armonía y que caiga la fachada moral que los protege. Niégalo siempre es un perfecto ejemplo de todo ello y, tras la placidez en un matrimonio veterano con más de cincuenta años casados, él, militar de alta graduación retirado con visibles tics de hombre hecho a la antigua al que el siglo XXI le ha pasado por encima, y ella, con aire mucho más cordial y racional, se esconde una verdadera bomba de relojería que amenazará en hacerlo saltar todo por los aires.Unas cartas escondidas en el desván le revelan a François una infidelidad cometida por Annie, la esposa, hace ya más de cuarenta años, y cómo no, entrará en un bucle de furia, en unas ganas irrefrenables de buscar al antiguo amante y ajustar cuentas y, a su vez, a la indecisión hacia esa mujer que lo engañó y que encima lee a Flaubert y su Madame Bovary.Juntos viajarán a Niza para enfrentarse con el pasado, ciudad en la que también viven los hijos, y es ahí donde el realizador Ivan Calbérac jugará al desorden, y como en toda comedia blanca que se precie, también incidirá en lo emocional, en el tiempo pasado, en los reencuentros, en aquello que nos demuestra que los años han cambiado la perspectiva de las cosas y en la reflexión sobre el papel del padre hacia los hijos, a la rectificación, a no dejar caer sobre otros los traumas propios, como un aprendizaje en la edad tardía que nunca está de más para que no ya el futuro mejore, sino el presente de uno mismo y de los que le rodean.Pese a que prefiero las comedias realistas de Robert Guédiguian- al que le preocupa la gente de la calle, del barrio y sabe enlazar la realidad con las ganas de vivir-, Niégalo siempre es una historia afectiva y amigable, en la que sobresale un reparto de lujo, con André Dussollier a la cabeza, uno de los grandes actores del cine y teatro francés, bien secundado por las tablas de Sabine Azéma y Thierry Lhermitte, para que esta propuesta de sorpresas, secretos e introspección personal tenga su gracia o, como reza la canción de Guy Mardel, N`avoue jamais.