Un ejercicio de nostalgia
BITELCHÚS BITELCHÚS
★★★✩✩
Que Tim Burton es un auténtico mago de la imagen, un armador de sueños imposibles y extraños, que juega como nadie entre lo cómico y lo tétrico, convendrán conmigo que eso es indiscutible. Burton nos ha regalado películas hermosas como Big Fish y Eduardo Manostijeras, adaptaciones a la gran pantalla como Sleepy Hollow o magistrales rarezas como Ed Wood, entre otras fantasías salidas de una mente privilegiada. Como todo genio, ha tenido sus pequeños baches pero nunca hasta el punto de enturbiar su carrera, convirtiéndose en un referente del cine de las últimas décadas, un cine barroco, simpático, laborioso y original de alguien que domina e inventa mundos con su sello exclusivo.Aquel Bitelchús de finales de los 80 lo convirtió en un director sin parangón. Nadie como él para combinar el mundo de los vivos con el de los muertos, lo fúnebre y macabro con lo burlesco y excedido, y es en ese territorio de la muerte donde Tim Burton desataba su imaginación creativa, sus peculiares personajes. Ahora, unas décadas después, regresa con este Bitelchús Bitelchús y con una de sus creaciones favoritas, la del socarrón e imprevisible demonio interpretado de nuevo y con el mismo tono de locura por Michael Keaton, como si todo fuese ayer mismo. Pero han pasado años, la joven Lydia ya no es una adolescente, se gana la vida en un programa televisivo sobre fantasmas pues en ella los recuerdos de ultratumba no la han abandonado. Es madre de una joven incrédula y el regreso a la casa donde sucedió todo volverá a abrir las puertas del inframundo y, por consiguiente, otro despliegue de imaginación desbordada plagada de seres insólitos.Para la ocasión, junto a algunos de los personajes de la primera entrega, como Catherine O’Hara, aparecen otros interpretados por rostros conocidos como el inefable Danny DeVito, Willem Dafoe –que siempre sirve para lo que se le necesite–, la joven Jenna Ortega –que comienza ya a estar encasillada en papeles macabros–, o una Monica Bellucci que protagoniza una de las mejores escenas grapándose una a una todas las partes de su cuerpo.Música soul en el tren de los muertos, fantasmas con muy malas ideas, destellos de lo gótico siempre presentes, humanos interesados y divertidas monstruosidades desfilan por este ejercicio nostálgico que, si bien no alcanza la categoría de obra maestra burtoniana, sí sirve para pasar un rato muy entretenido viendo que la imaginería de este creador de oscuras fantasías visuales que guardan a su vez el tono de lo ocurrente y bromista sigue inalterable, porque hablar de un cineasta como Tim Burton no es cualquier cosa.