La soledad de los objetos
LOS DESTELLOS
★★★★
La muy interesante realizadora Pilar Palomero, después de haber debutado en el largometraje con Las niñas en torno al cambio que supone pasar de la niñez a la adolescencia y su profunda mirada hacia el embarazo juvenil con La maternal, ahora se centra sin hacer ruido en la muerte con Los destellos, película repleta de pequeños detalles, de ternura, de ese voluntario deseo de permanencia entre personas que mantienen un nudo afectivo triste pero vital, en una historia empática que mira hacia atrás para, con extrema delicadeza, acompañar un presente que se va desvaneciendo y donde los recuerdos son fragmentos estancados en fotografías enmarcadas de un tiempo que ya pasó.Los destellos es tan sincera en su propósito que nos atraviesa, tan madura que convierte el concepto de la muerte en un hecho natural, sin dramatismos, sentido con más melancolía que temor. Esa alma que habita en los silencios, en las miradas dulces, en la comprensión, elude cualquier disquisición y palabrería discursiva sobre el final de la vida. Pilar Palomero, adaptando el relato de Eider Rodríguez Un corazón demasiado grande, demuestra que es una de las cineastas más notables del panorama cinematográfico español. Sin precisar de un gran envoltorio argumental, trabaja con maestría a sus actrices y actores hasta el punto que lo más corriente, lo más común, se convierte en profunda reflexión veraz, natural, sobre nosotros mismos, sin dobleces. Es entonces cuando te das cuenta que lo mostrado y sentido, por muy común que parezca, te cala hasta los huesos.Antonio de la Torre aquí está soberbio en su rol de enfermo terminal arropado por su ex-mujer y su hija, donde todo es tranquilo y nada les estorba, y Patricia López Arnaiz –Concha de Plata a la mejor interpretación protagonista en el recientemente clausurado Festival de San Sebastián por su papel en esta película–, una mujer que llena la pantalla con solo mirar. En Los destellos también cobran protagonismo los objetos de la casa, los libros y los retratos, todo lo reunido a lo largo de los años, que descansan en librerías o sobre una mesa, detalles de un tiempo que fue y que nadie volverá a sentir como esa compañía silenciosa, y que irán desapareciendo en cajas y olvidos.Una escena hermosa como pocas es la del pasodoble Te llaman perla preciosa, que se cuela a través de la ventana de la casa, y ese baile entrañable entre padre e hija, como en El sur de Víctor Erice. Escenas que quedan pegadas en la retina y en la memoria marcando un vínculo imborrable entre los que se quedan y los que se van.