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EL LLANTO

★★★✩✩

Está bien que los responsables de esta película recuerden en su trabajo la literatura de la magnífica escritora argentina Mariana Enríquez, que con sus novelas y cuentos como Nuestra parte de la noche, Las cosas que perdimos en el fuego o su reciente libro de relatos Un lugar soleado para gente sombría nos acercan al terror cotidiano, a fantasmas que no saben que lo son, a entes que cruzan la calle y te persiguen sin descanso, a un horror contemporáneo –algo que el El llanto hereda con bastante acierto–. La percepción del temor, esa tensión que es más importante que el susto abrupto, esa elevación de la secuencia hasta inquietar sobremanera, esa ambición rupturista sobre los arquetipos del género, logran una especie de huida de lo fácil y muestra lugares comunes que se desmarcan de un título típico y tópico. En El llanto se favorece lo inesperado con eficacia. Se desarrolla en diferentes espacios temporales, se elabora desde una forma capitular para mostrar una amenaza que persiste sobre tres personajes femeninos, y que en ocasiones escapa a la mirada común. Utilizando la tecnología actual, se adivina a través de una cámara o una pantalla de un ordenador portátil haciendo visible todos los temores posibles. Es una perturbadora presencia que acecha favoreciendo esa sensación de tensión que se hace patente en escenas determinadas e impensables.Historias entrelazadas que van más allá de una película de terror al uso. Tiene claro sello feminista, muestra el peso de la soledad y no elude sus rasgos de metáfora en tan dramáticas situaciones.Pedro Martín-Calero, galardonado con el premio al mejor director en San Sebastián –que no es poca cosa–, con esta su primera película se le adivina un dominio de atmósferas diferentes, un control sobre las tres actrices que convencen en sus enrevesados papeles, en esta historia que traspasa fronteras y agobia, trazando un guion complejo que se encadena entre las situaciones que nos plantea, escrito conjuntamente con Isabel Peña, la guionista habitual de Rodrigo Sorogoyen –sin duda, uno de los mejores cineastas del panorama cinematográfico actual–. El llanto, sin ser un trabajo perfecto –gente sabia ha dicho y dice que la perfección no existe–, tiene momentos en los que se va disolviendo un tanto la consistencia del relato, que no encuentra que se cierren adecuadamente los engranajes y lo intrincado de la trama, pero queda claro que a Martín-Calero hay que seguirle los pasos porque es un cineasta que tiene muchas cosas por decir y sabe cómo hacerlo.

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