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GLADIATOR II

★★★★✩

La última película del veterano director Ridley Scott ha recibido aplausos y bofetadas por igual, y mientras que se ha puesto en tela de juicio las licencias que Gladiator II se marca con referencia a la historia de Roma –algo que también le sucedió al Gladiator protagonizado por Russell Crowe–, otros han visto en esta secuela un retorno al cine monumental, vistoso, ese cine que anima a llenar las salas.A decir verdad, solo se me ocurre una palabra para definir esta épica historia de reencuentros, venganzas, maldades, argucias y muerte. Gladiator II es espectacular, así de simple. No nos vamos a poner exquisitos. Si queremos saber la historia del auge y caída de un imperio como fue el romano, nos leemos a Robert Hughes, a Robert Graves, o miramos los documentales de Mary Beard o a cualquiera de los muchos estudiosos del tema. Pero si lo que se quiere es pasar un rato que aporte distracción, esa que se origina por la gran capacidad de Ridley Scott de sumirnos en el fragor de la batalla, en las luchas cuerpo a cuerpo, en las intrigas de una sociedad corrompida, en las ansias de poder y en los vínculos familiares que, aunque sujetos con pinzas enlazan una película con la otra, habrá que convenir que Gladiator II lo tiene todo.Pocos cineastas han dirigido tres obras maestras una detrás de otra, desde su debut adaptando el relato de Joseph Conrad Los duelistas, siguiendo con Alien y tras ella, Blade Runner. Eso es para respetar. Y si directores de la talla de Joseph L. Manliewicz, William Wyler, Stanley Kubrick o Anthony Mann se han acercado al cine de romanos, el cine de espadas y sandalias, por qué no lo iba a poder hacer Scott.Cierto es que rinocerontes como monturas en la arena y tiburones en las batallas navales en el Coliseo son disparates, y que a los dos hermanos emperadores Geta y Caracalla, tan desequilibrados, depravados, perversos y crueles que tuvieron mal fin –pero de modo distinto a la película–, los pintan como caprichosas marionetas en manos de un villano de lujo. Pero lo dicho, hay sentido de la tragedia, de revisión del héroe digno heredero de aquel íntegro Máximo –un Lucio interpretado con energía por Paul Mescal–, o la aportación más que notable de Pedro Pascal como general romano harto de batallar en nombre de dos lunáticos, de la bella Connie Nielsen, el hilo que une la historia, y por supuesto, de un Denzel Washington que se encuentra cómodo y sobresaliente en su papel intrigante.En definitiva, se le pueden dar todos los palos que se quieran a Gladiator II, pero como espectáculo es colosal.

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