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LA LEYENDA DEL ESCANYAPOBRES

Título original: Escanyapobres. Año

Cines: Screenbox Lleida, JCA Alpicat.

★★★★

La Revolución Industrial a finales del siglo XIX hizo que el realismo del escritor y abogado catalán Narcís Oller –admirado por Émile Zola–, mostrase la burguesía catalana de una época, y a su vez, la clase trabajadora. Ese ejercicio costumbrista reflejado en su novela La febre d’or, adaptada al cine en 1993 por Gonzalo Herralde, mostraba al detalle dos polos opuestos de la sociedad y, sobre todo, el rápido enriquecimiento en un periodo de continuo cambio económico. Y en esa trascendencia en un momento tan perceptible, la avaricia cobraba forma como una de las bases más importantes en la narrativa de Oller, hecho que podemos observar en otra de sus historias, L’Escanyapobres, escrita en 1884 y anterior a La febre d’or, pero que ya contenía esa idea del hombre frente al poder, esa severa mirada sobre la ambición, sobre la ruindad y mezquindad del ser humano cuando el dinero se antepone a todo, sin importar el modo de conseguirlo y la forma sórdida y ruin de conservarlo.La leyenda del Escanyapobres –un título muy significativo– adapta la novela de Oller, y aunque el realizador Ibai Abad se permite licencias, no se aleja del núcleo de la historia, de esa obsesión por acumular monedas tanto por parte del peligroso usurero Oleguer –papel interpretado con su maestría habitual por Àlex Brendemühl–, como por la inflexible viuda del notario, vuelta a casar con el mezquino Oleguer.La leyenda del Escanyapobres tiene un aire de western árido, seco, violento, que enfrenta la rudeza del personaje con la no menos rabia hacia su persona de los habitantes de un pueblo en mitad de la nada que espera la inminente llegada del ferrocarril. La pieza discordante en esta austera película es el personaje femenino de Cileta, cuya decisión después de que Oleguer se apropie de la destartalada casa y los pobres campos de su familia, basculará entre la seducción y el propósito de asumir también ese apego por el tacto de las monedas. Cileta es un personaje ambiguo, sensual, inteligente y con cierto grado de maldad –excelente la joven actriz Mireia Vilapuig mostrando en su papel un carácter poliédrico–, mientras que Oleguer transita entre su carga de violencia y codicia sin rasgos emocionales visibles, y conforme avanza el drama, su imposible intento de redención, formando un vínculo que camina hacia la tragedia.La leyenda del Escanyapobres es una de esas películas que en ocasiones se nos escapan, que no hacen ruido ni poseen una gran promoción, pero que ayudan a que el cine catalán tenga el respeto que se le debe, su espacio y su razón de ser.

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