Los estigmas de la Iglesia
CÓNCLAVE
★★★★✩
Existen películas de muy diversa índole que han paseado por las imponentes salas del Vaticano, por sus silenciosos pasillos, por ese recogimiento que hace resonar los pasos andados. Silencio y frialdad que guardan mil secretos nunca revelados. Y el más concreto y hermético de todos es el del cónclave que ha de designar un nuevo papa. Cónclave parte de una novela de Robert Harris convertida en guion cinematográfico por Peter Straughan, en la que se muestran los rincones y las fisuras del Colegio Cardenalicio de la Iglesia Católica y a sus representantes, que el realizador Edward Berger refleja como si de senadores romanos se tratase, murmurando en voz baja en pequeños grupúsculos formando una imagen casi conspiranoica. El eje sobre el que se articula este thriller con base religiosa recae en un cardenal encargado del protocolo y del cónclave que tendrá lugar en la Santa Sede tras la muerte del papa y la elección del que será su sucesor. El cardenal Lawrence –interpretado por un magnífico Ralph Fiennes, contenido y observador, cargado de dudas y con vena detectivesca– es el núcleo en el que descansan los dilemas, la sospechas, el sentirse en medio de un huracán que lo lleva a un viaje interior de desconfianza e incertidumbre.Dentro de un ambiente sobrio y rígido aparecen las intrigas, lo que demuestra que tras esa apariencia de seres dedicados en cuerpo y alma a la religión católica se esconden taras, la ambición, las ansias de poder, la manipulación y el juego sucio para lograr el privilegio de convertirse en el ser más poderoso del mundo. También afloran ideas retrógradas, de confrontación frente a otras religiones, de ejercicio del pasado frente a pensamientos más liberales, para sacar a la Iglesia de un estancamiento que la aísla de la realidad.Una frase de la película es definitoria cuando en voz baja un cardenal señala que “no encontraremos ningún candidato que no tenga algún tipo de mancha”. Cónclave también muestra a esos seres casi invisibles: monjas encargadas de la puesta a punto, serviles y sin voz ni voto, pero que resultarán fundamentales en el devenir de una trama compleja con ribetes oscuros, amén de un desenlace inesperado que facilitará diversidad de opiniones.Con un reparto de lujo, ducho en el campo de la interpretación, creíbles, Edward Berger logra una inmersión en un mundo enigmático y secreto que se encuentra fuera de nuestro alcance gracias a su buena técnica, a sus planos precisos y a una atmósfera que desvela que, con sotana o sin ella, somos mortales con nuestras virtudes y nuestros defectos, gracias a Dios.