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LA LUZ QUE IMAGINAMOS

Título original: All We Imagine as Light. País

Cine: Screenbox Lleida.

★★★★✩

Una película india rodada en 2013, The Lunchbox, de Ritesh Batra, interpretada por el actor prematuramente fallecido Irrfan Khan, me fascinó y no la he olvidado por su sencillez, por el arte de narrar desde la sinceridad, por cómo una historia sin pretensiones está repleta de belleza cotidiana con esas notas anónimas que llegan a través de fiambreras al lugar de trabajo de hombres invisibles y que, por causa del destino, nos lleva a plantearnos el luchar por nuestras fantasías. Ese era un ejemplo de un cine alejado de Bollywood, sin estridencias, sin un desproporcionado colorido, sin coreografías ni números musicales y enamoramientos de cuento de hadas.La India, con el maestro de maestros Satyajit Ray –todo un clásico–, tiene un lugar importante dentro de la historia del cine, un cine rodado en la calle, con personajes esencialmente realistas y mostrando un país con sus miserias y alegrías en cada uno de sus rincones.La luz que imaginamos, Gran Premio del Jurado en el pasado festival de Cannes, es un retrato intimista y femenino de tres mujeres –dos enfermeras que comparten apartamento y otra al borde del desahucio– en un Bombay que no oculta sus fobias, su intransigencia, la soledad de las grandes ciudades deshumanizadas, de los tabúes y las lacras del pasado que siguen habitando en el presente, los matrimonios concertados, las religiones y sus prohibiciones, los deseos truncados y la poca o nula libertad personal. Pero hay ingenio en las palabras, como cuando visitan a un veterinario que se asusta de un gato y una de ellas le dice: “Los que tienen miedo de los gatos han sido ratones en una vida anterior”.Lejos de amoldarse y asentarse en el drama visceral, la joven realizadora Payal Kapadia aboga por la sensibilidad que desprenden sus personajes, por la serenidad, la dulzura de unos lazos de amistad poderosos en un Bombay nocturno y lluvioso, porque en esa ciudad que nunca duerme, cuando llega la noche, es cuando comienza el día.El abandono, la prohibición del amor, lo injusto, se hace evidente aquí. Todo se hace visible en las miradas, en los gestos, en las acciones casi imperceptibles de mujeres que todo lo ven con cierta ingenuidad y que priorizan los afectos ante esa sociedad hostil que las rodea, casi como un acto de sensibilidad silenciosa.Después, el viaje a un pueblo costero les devuelve ese punto de esperanza, de vencer a la melancolía y tomar decisiones sobre lo que sienten, donde los conflictos se hacen nimios y se cierran heridas emocionales, donde se puede amar, donde se puede compartir y donde se puede olvidar para liberarse.

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