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BODEGÓN CON FANTASMAS

Año: 2024 Duración

Cine: Screenbox Lleida.

★★★✩✩

Si el esperpento tenía en Ramón María del Valle-Inclán una gran literatura que, según el propio escritor, consistía en “buscar el lado cómico en lo trágico de la vida”, el cine español ha dado títulos y nombres perfectamente encuadrados dentro de esa mirada entre la realidad y lo fantástico hacia un país que combina lo grotesco con la normalidad, lo sagrado con lo profano, y donde la vida y la muerte cinematográficamente conviven de modo incluso cómico y ocurrente.Ese costumbrismo esperpéntico de Edgar Neville y su Domingo de carnaval, de Fernando Fernán-Gomez y El extraño viaje, de Luís García Berlanga en El verdugo y Plácido, hasta llegar a José Luis Cuerda y su Amanece que no es poco, y recientemente Chema García Ibarra y su Espíritu sagrado, forman un mosaico de esa observación sobre personajes trágicos y disparatados que se tornan divertidos en su cotidianeidad ante situaciones extravagantes.Bodegón con fantasmas sigue en esa tradición. El debutante Enrique Buleo hilvana cinco historias diferentes entre sí, pero concentradas en un mismo lugar, un pueblo manchego que parece estancado en el tiempo, austero, solitario, con casas desangeladas habitadas por gente parca, como cercados en los límites de ese municipio, tan tristes todos ellos por sus deseos no consumados como los fantasmas que interactúan con los habitantes del lugar. Presencias que piden favores para que todos conozcan secretos que se llevaron a la tumba, como ese hombre que siempre se sintió mujer, o esa pareja de espectros que, al desaparecer el limbo, no quieren ir al cielo. Fantasmas que denuncian mentiras o habitantes que se curan en salud por si su marido fallece. También hay en Bodegón con fantasmas el deseo de una solterona de que un finado rumano la posea a toda costa, ya que no conoce el amor. Cierto es que la película de Enrique Buleo en algún momento se estanca, pero en su tono relajado logra ese realismo mágico, esa naturalidad hacia lo que no lo es, que se adentra en la comedia que se edifica con humor muy negro.Los actores poseen la naturalidad de la gente que come en manteles de hule, que se mueve por estancias destartaladas y pasadas de moda. Incluso algunos fantasmas con sus sábanas son tradicionales, otros son translúcidos, todos ellos habitantes de un cementerio que no se diferencia mucho del pueblo que los acoge.Los diálogos son simples, corrientes, y eso da a la película un aire de sencillez espontánea, todo ello para trazar un relato de lo singular, de lo absurdo dentro de una normalidad, la de un pueblo y sus gentes, ya sean vivas o muertas.

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