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La de Bob Dylan o de Robert Allen Zimmerman, es una vida muy vivida. Por ello, y para no desembocar en un quiero y no puedo, James Mangold no ha desarrollado un biopic extenuante, sino que se ha centrado en una época extraordinaria para la existencia de un muchacho con una guitarra que sorprendió a propios y extraños por su capacidad de crear canciones talentosas, canciones pensadas por una mente que funcionaba a golpes de genialidad. El tiempo condensado en “A Complete Unknown” comprende de 1961 a 1966, ese tiempo en el que un completo desconocido de Minnesota llegó a Nueva York y fue a ver a su héroe gravemente enfermo Woody Guthrie (Scoot McNairy) internado en el hospital psiquiátrico de Greystone Park para cantarle “Song to Woody”.

Dylan fue consolidándose como un artista con carisma abriéndose paso en el panorama musical y otorgando al folk un aire nuevo, algo que no pasó desapercibido para pesos pesados como Pete Seeger (Edward Norton) y Johnny Cash (Boyd Holbrook), un Johnny Cash del que James Mangold hizo el excelente biopic “En la cuerda floja” (2005).

Puede que algunos esperasen más de esta revisión a un tiempo que marcó la eclosión de Dylan, pero lo cierto es que los rasgos de ese espíritu inconformista, su errático pensamiento, su aspiración a ser conocido, pero no famoso, marca la contradicción de alguien que se muestra como un ser humano con alma de insumiso que jugaba con el amor y lo sentía de un modo particular, ya sea con la joven Sylvie Russo (Elle Fanning) o con una Joan Baez (Monica Barbaro) iluminada y extasiada, a su pesar, por aquel torrente de creatividad y compleja personalidad.

Tiene esta película en la persona de Timothée Chalamet, esa figura revestida de inocencia juvenil y pícara. Ese aire extraviado de inconformista incorregible que se esfuerza y convence interpretando él mismo las canciones de Dylan, como también hacen Norton y Barbaro en sus roles.

Tal vez este fragmento de biografía sepa a poco para los especialistas y expertos en su figura, pero Mangold ha sabido mostrar los ambientes de un modo admirable, la atmósfera de una época que anunciaba que los tiempos estaban cambiando. La arrogancia y la capacidad de un ser tocado por la gracia de la música y la letra destinado a romper barreras como hizo en el Festival Folk de Newport incluyendo sonido eléctrico, algo que sorprendió a unos, enojó a muchos y causó admiración en otros. Y todo eso está ahí, en cinco años que marcaron parte de la vida de un muchacho que admiraba a Dylan Thomas y que ha removido el panorama musical desde la década de los 60 hasta nuestros días.

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