CRÍTICADELIBROS
‘Cien cuyes’, una obra profigurativa
CIEN CUYES
Autor: Gustavo Rodríguez
Editorial: Alfaguara
Galardón: Premio Alfaguara de novela
Páginas: 264
★★★☆☆
La novela se desarrolla en la ciudad de Lima. El nombre de la ciudad parece que proviene del quechua “Rímac o Rimaq”, “el que habla”, haciendo referencia al río del mismo nombre, o también “hablador”, identificándolo con un oráculo muy venerado en la zona.
Los “cuyes” son cobayas o conejillos de indias que Eufrasia Vela (Frasia), una cuidadora muy eficiente, quiere llegar a comprar porque con ellos podría cambiar de vida, y cuidar mejor a su hijo Nicolás. Eufrasia es una mujer hacendosa y enérgica que se sitúa entre los cuidados a mayores y, de alguna manera, los cuidados a su hijo.Pero, ¿por qué decimos que es una novela “profigurativa” Porque refleja y nos hace reflexionar sobre la sostenibilidad humana, y lo hace desde la perspectiva de la interdependencia entre generaciones y los cuidados.
La profiguración (Molina-Luque, 2017, 2021 y 2022) identifica y promociona todo ello, la interdependencia y el cuidado intergeneracional. En definitiva, promueve un nuevo contrato social entre generaciones y el reconocimiento de una educación (socialización) con el concurso de todas las edades.
De hecho, la novela refleja uno de los grandes conflictos de nuestro tiempo, que es el conflicto intergeneracional. Nuestras sociedades envejecen y, por desgracia, se dan situaciones de edadismo, de discriminación por razones de edad. Es una historia que atrapa porque transcurre como un cuento (tragicómico) sobre la vida cotidiana, con humor y amargura.
las luchas, las tristezas y las alegrías de la vida. Crea y recrea espacios intergeneracionales. Frasia encarna el eslabón de conexión e interdependencia entre diversas generaciones, que tienen sus propios espacios, pero también espacios interconectados.
Los adultos mayores viven con la angustia de no ver nada positivo en el proceso de envejecimiento, aunque también se las ingenian para reformular amistades y familia, en base a una solidaridad entrañable.
De todas maneras, junto al edadismo, la otra lacra de nuestros tiempos es la soledad no deseada. En la novela se desarrollan varios ejemplos de ella y de lucha “profigurativa” por superarla. Así, Carmen que prácticamente no tiene contacto con su hija, agradece la ayuda de Frasia que le sube el ánimo.
Jack Morrison, médico, jubilado, viudo, aficionado al jazz (y al whisky) también se siente solo, muy solo… y Eufrasia le cuida igualmente. Y más adelante, ella trabaja en la residencia del barrio, cuidando entre otros, a los “siete magníficos” que afrontan la temida soledad (no deseada) conformándose como una familia. De alguna manera, se refleja, asimismo, el mundo de los cuidados intergeneracionales: todos y todas se cuidan mutuamente.
Tenemos, lo que hemos venido en denominar “un punto ciego generacional” (Molina-Luque, 2023), es decir, no vemos más allá de parámetros intrageneracionales, tomándose decisiones de presente, pero no de futuro (de lo cual también se resiente la sostenibilidad humana).
¿Qué es lo que no vemos hoy, por lo que seremos interrogados mañana?: la implicación intergeneracional en asegurar los ODS y la Sostenibilidad Humana. La “profiguración” es la visión binocular o estereoscópica, intergeneracional, para superar dicho punto ciego.En todo caso, y para finalizar, aunque hemos iniciado el escrito identificando la novela como atractiva, también hemos indicado que es como la lima, con un sabor agridulce. De hecho, por desgracia, el final no es del todo profigurativo.
Cien cuyes es agridulce y tragicómica, poniendo en valor la importancia de los cuidados y el juego de la esperanza y la desesperanza, en una sociedad que no está sabiendo situar los cuidados en el centro de la política y de la vida cotidiana.