CRÍTICADEMÚSICA
Auténtica delicia
Laura Simó es seguramente la mejor vocalista catalana de jazz de su generación. Fogueada en mil batallas desde sus comienzos profesionales en los 80, el añorado Tete Montoliu llegó a referenciarla como la cantante “que mejor dice el jazz” tras comprobar su poderío interpretando Lush Life, el clásico de Billy Strayhorn, y valorar de cerca ese compendio suyo de habilidades entre las que destacan su enorme versatilidad interpretativa y un plumaje de registros y colores vocales dignos del más bello pavo real. Magnífica su elección para el Jazz Tardor, el mismo evento que a lo largo de los años ha visto desfilar por sus diferentes carteles a brillantes solistas de todo el mundo, pues el público que acude con regularidad a este evento ni puede ni debe dejar de gozar, aunque sea tan de vez en cuando, de la envidiable madurez artística de Laura. Flanqueada de colaboradores instrumentales tan habituales como el pianista Francesc Capella, Guillem Prats al contrabajo o su propio hermano, el drummer David Simó, el precioso concierto con el que los cuatro nos obsequiaron y que hizo las delicias de todos los que acudimos a su encuentro, fue un compendio mesurado pero perfecto de lo que la barcelonesa es capaz de ofrecer encima de un escenario dando rienda a su maravillosa voz. Y tuvimos el enorme privilegio de asistir al estreno de Afterglow, su disco más reciente, editado en el local sello Quadrant. Una alquimia vocal fantástica a base de estándares de gente tan variopinta como brillante del calado de Antonio Carlos Jobim, Jerome Kern, los hermanos Gershwin, Frank Loesser, Jerome Kern, Barbra Streisand, James Taylor o el ‘Genesis’ Tony Banks. Una auténtica delicia, vaya.