CRÍTICADEMÚSICA
Venus al atardecer
La inauguración del Festival Músiques Disperses MUD 2017 no pudo haber ido mejor. La primera vez que colgaba el cartel de sold out –la segunda será mañana con la mega estrella Donovan, cabeza de cartel– tuvo como responsable a la mallorquina de cuna pero de ascendencia macedonia y andaluza Maika Makovski, una artista bastante difícil de encasillar. Con siete discos a sus espaldas –el último, Chinook Wind (2016), que es el que promocionó en Lleida– y experiencias junto a personajes de la talla de Howe Gelb, The Dubliners y The Jayhawks o el prestigioso productor John Parish (PJ Harvey, Eels o Tracy Chapman), Makoski está pasando sin lugar a dudas por el mejor momento artístico de una trayectoria como la suya, sin concesiones y que ha tratado de alejarse siempre de los cánones del mainstream o cualquier moda estacional. Prueba de ello es la orientación sonora que ha buscado para dotar a su trabajo de cantautora eléctrica de un nuevo ropaje de aire barroco, en forma de canciones junto al prestigioso Brossa Quartet, una alianza, a priori, anómala. El resultado fue excelente, con una Maika eufórica y locuaz y que, en lo musical, ha construido un argumentario musical muy intemporal que bebe de todos los palos que la apasionan. Desde el folk-rock americano a la música tradicional de los Balcanes, pasando por los sonidos irlandeses o el pub-rock. La comunión entre lo que sucedía en el escenario y la respuesta de la platea fue modélica, con músicos y público disfrutando de un momento especial, afrutado con canciones de gran calidad y muy hermosas, y la personalidad de la oficiante resplandeciendo como Venus al atardecer.