CRÍTICADEMÚSICA
Bomba de relojería
Cuando se utiliza el término ‘músicas del mundo’ refiriéndonos a artistas duchos en mezclar toda clase de ritmos de los rincones más dispares del mundo y en alquimias sonoras imposibles, podemos estar hablando de formaciones tan variopintas como excitantes tipo los franceses Aywa. Su espectacular puesta en escena sumada a un directo arrollador y sin tregua lograron excitarnos hasta grado inimaginable a todos los que acudimos a su encuentro y que gozamos, rozando la extenuación, las generosas dos horas que duró su concierto. Su menú a base de música tradicional magrebí, raï, reggae o rock, galvanizada con los aires de libertad interpretativa que aporta la improvisación jazzística, es una auténtica bomba de relojería capaz de estallar una y otra vez. Así, este combo multirracial surgido en Montpellier hace algo más de un quinquenio ha logrado con rapidez inusitada hacerse un nombre de honor en el ancho espacio del mestizaje musical europeo, además de haber reunido a su vera a una amplia corte de seguidores fieles cuyo aliento indisimulado garantiza para mucho tiempo la pervivencia de su heterodoxa propuesta artística. El grupo Aywa está formado por Adil Smaali (voz y guitarra acústica), Damien Fadat (flauta travesera), Laurent Eulry (saxo), Théophile Vialy (voz y guitarra eléctrica), Guilhem Chapeau (bajo eléctrico y tablas) y Damien Hilaire (batería). Es decir, artistas franceses y magrebíes dando un ejemplo de hermandad y armonía y cuyo trabajo conjunto de fusión instrumental y vocal reivindica, desde la joven y arrogante rebeldía de sus componentes, un mensaje de paz y esperanza pero que muy necesario en estos tiempos que corren.