Contagiosa simpatía

Recomiendo a aquellos que quieran saber más sobre Lidia Guevara que investiguen por internet su azarosa trayectoria pues descubrirán a una entusiástica artista inasequible al desaliento. Digo esto porque, más allá de los tres muy meritorios álbumes autoeditados desde 2011, la gente podrá rastrear un montón más de actividades que revelan un inmenso amor y pasión por la música a pesar de las dificultades con las que lleva conviviendo desde que, aún adolescente, decidió dedicarse a esto.

Superada ya la treintena, la barcelonesa ha logrado una equidistancia positiva con la realidad sabedora de lo complicado que resulta hoy vivir de la música luchando desde la trinchera de la independencia. No en vano funciona por libre pues, aparte de lograr sacar adelante sus grabaciones –repito– apoyándose en el crowdfunding de fans y amigos, ya hace tiempo que renunció a mánagers sin escrúpulos y discográficas desalmadas, cociéndoselo todo ella misma. Para muestra, su última actuación entre nosotros, coincidente con un derby futbolero pero logrando atraer a un buen número de espectadores deseosos de conocer Ahora Sí, su más reciente colección de canciones originales.

Aparecido el año pasado, el álbum más pop de Guevara nació de la nostalgia por la música de los 60 que de niña respiraba en casa gracias al gusto familiar por artistas como Karina, Los Brincos o Marisol, referentes de muchas generaciones, y que canciones como Pastillas, Radionovela, Los años pasarán o La guerra han tratado de recrear. Luciendo su conocido gracejo, no reñido con una espatarrante sinceridad, Lidia Guevara cantó magnífico, haciéndonos gozar de su contagiosa simpatía y proximidad.