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El culmen

El culmenJ.C.

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Al póquer de oficiantes de esta suculenta propuesta musical ya lo conocíamos, pero con cada cual cocinando platos musicales propios aunque de otro rango, sin duda. Pero lo que no nos esperábamos ni de lejos era que juntos fuesen capaces de ofrecernos algo tan peculiar en el Jazz Tardor, pues salimos del local con una sensación absolutamente placentera y la certeza de haber disfrutado de una auténtica delicatessen. A Mariola Membrives, pese a que no se prodiga demasiado por estos territorios, sí que la teníamos más que bien ubicada y admirada en su Barcelona de adopción por ese universo flamenco de filiaciones jazzísticas más o menos confortables pero que en los últimos tiempos se había puesto al mundo por montera atreviéndose a recrear completo y a su antojo y con envidiable éxito ni más ni menos que ese monumental gigante que es el Omega de Enrique Morente, yendo un poco más allá de su hermosísimo Llorona, que ya lo había tanteado. Así que rodeándose de su fiel escudero, el ecléctico contrabajista nipón Masa Kamaguchi; de –seguramente– el mejor trompetista catalán de las dos últimas generaciones, el siempre imprevisible y genial Raynald Colom; y del guitarrista y pedal steel David Soler, cuyo imaginario sonoro deserta de cualquier etiqueta imaginable, la cantante de Andújar armó un espectáculo denominado Enamorada, en el que poesía y bellísimas canciones de amor se abrazan vestidas de improvisación jazzística y auténtica psicodelia. Una especie de Doors a la española en una intrépida aventura, en pos de sonoridades y cromatismos tan insospechados y sorprendentes, que logró alcanzar el culmen. Precioso y muy emocionante.

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