CRÍTICADEMÚSICA
Beethoven nuevo
Cuando vi que Víctor Pablo Pérez afrontaba en el Auditori la Primera Sinfonía de Beethoven sin batuta y con timbales antiguos de piel de cabra temí una lectura barroquizada. Falsa alarma. Pérez dejó tocar y no reprimió el vibrato. Destacó lo que esta sinfonía, todavía clásica, tiene de revolucionaria: el inicio en séptima dominante en lugar de tónica, los extraños sfforzando en los que tras un ataque fortísimo se recupera la dinámica normal y hasta piano, el peso que los timbales tienen en esos ataques, los acentos exagerados, el relieve solístico que adquieren los metales en lugar de aportar solo color como en Mozart y Haydn... Pérez te muestra cosas nuevas en un repertorio en el que creías que nadie podría descubrirte nada. Por ejemplo: que un forte no es una suma de fortes, sino de mezzofortes. Eso cambia el color. Cuando un músico hace un forte pierde calidad de sonido porque lleva el instrumento al límite. Por eso la orquesta es el mejor instrumento: porque puede hacer fortes con mezzofortes. Pérez también te hace notar que en los acordes finales los silencios son básicos, y que para que sean buenos tiene que pensarlos a la vez toda la orquesta. Para entendernos, que también los silencios tienen dinámica: se pueden oír más o menos. Su lectura fue algo cerebral, quizás fría, pero elegante y refinada. Antes de la sinfonía interpretó dos misas muy bonitas de Fauré/Messager y Delibes con el coro femenino Scherzo. No son difíciles, pero era complicado equilibrar la OJC con un coro –muy bueno– de solo una quincena de cantantes. Ayudó el Auditori, en el que se oye todo –otra cosa habría sido una iglesia–, pero Pérez tuvo mérito. Es un director muy sabio.