CRÍTICADEMÚSICA
Country man
Me encantan los conciertos dominicales en horario vespertino, pues te permiten distraerte un rato y llegar a casa temprano con tiempo suficiente para mentalizarte de que al día siguiente te toca volver a currar. En el caso de este, la satisfacción fue doble pues el invitado especial no era otro que el incombustible cantautor mallorquín Tomeu Penya, un artista que ha convertido en costumbre propia e ineludible visitarnos como mínimo una vez al año o a lo sumo cada dos. En este postrer encuentro con su nutrido grupo intergeneracional de seguidores ponentinos, la excusa perfecta fue presentar su más reciente entrega discográfica, una coquetona selección titulada Tomeu Penya, 50 Cançons (2017). Con ella, Bartolomé Nicolau Morlà ha pretendido sintetizar eso mismo: sus prolíficos 50 años de trayectoria artística, desde que a mediados de la década de los sesenta y bastante antes de iniciar carrera propia como inclasificable singer popular se fogueara en conjuntos de música ligera como Els Mallorquins, Harlem, Los Gitanos, Flash o, quizás el más recordado, Los 5 del Este, surgidos en las soleadas Ses Illes para entretener al entonces pujante turismo internacional; sus casi treinta álbumes de estudio y en directo, repletos de canciones de diferentes estilos en los que se suman temáticamente el amor, las vivencias personales o la actualidad, todo ello regado de su mordaz e inteligente sentido del humor. Junto a su paisano, el vocalista Simó Rabassa, fiel escudero en tantas batallas musicales, el bueno de Tomeu Penya nos deleitó con algunos de sus grandes éxitos y unos cuantos divertidos monólogos, estilo country man, logrando que la concurrencia riera a mandíbula batiente.