CRÍTICADEMÚSICA
Embriagadoramente bello
Seré sincero. Conozco a Jordi Gasión desde que surgió artísticamente hace más de veinte años, habiéndole seguido toda su trayectoria y los discos editados con su alter ego o los aparecidos con su nombre real. El Fill del Mestre es heredero de muchas tradiciones sonoras de aquí, españolas y catalanas, pero también ha bebido, como no podía ser de otro modo, de fuentes estilísticas anglosajonas de las últimas décadas. Me ha encantado su estilo compositivo e interpretativo desde siempre, pues se identifica mucho con mi querencia y aprecio hacia el folk-rock. Me consta también que es un músico inquieto respecto a lo que le rodea en su día a día y que no le hace ascos tampoco a nuevas sonoridades y personalidades más contemporáneas de las que también extrae buenísimo disfrute. Le he visto colaborar o compartir escenario con gente local, desde Xavier Baró a Meritxell Gené pasando por Clara Vinyals, Juan Lozano o Txabi Ábrego, entre otros. El caso es que me han gustado sin excepción todos y cada uno de sus discos desde su debut aunque, también debería reconocerlo, no se trata de un artista que haya visto evolucionar su propuesta prácticamente nada en este tiempo. Me imagino que ni él mismo lo ha buscado puesto que a sus seguidores ya nos va bien así y gozamos de su arte tal cual nos lo ha ido regalado de entrega en entrega. Le acabamos de escuchar otra vez acompañado de Txabi Ábrego, fiel escudero desde hace años, y su actuación resultó tan previsible –no es peyorativo, en absoluto– como embriagadoramente hermosa, con una placentera selección de canciones viejas y nuevas que cumplieron de sobras con nuestras expectativas y lograron deleitarnos de nuevo.