Desde Rusia con amor

Shostakóvich le marcó un gol por toda la escuadra a Stalin en 1945 cuando le coló una melodia judía a ritmo de marcha militar en su Novena Sinfonía: ¡el ejército estalinista celebrando con música judía el fin de la Segunda Guerra Mundial! Como siempre, el gran sinfonista ruso se ríe de todo el mundo menos de su dolor y el de su gente, expresado en un lamento del fagot de desesperada belleza que se dibuja de forma estremecedora sobre un pedal armónico de la cuerda. Impresionó en ese lamento Ramon Aragall, que si no es el mejor fagotista de Catalunya lo parece mucho. Por lo demás, estuvo espléndida la OJC, muy atenta a los difíciles equilibrios que exige una cuerda demasiado corta para la escritura del ruso. Shostakóvich sorprende con su novena sinfonía. Comienza con un primer movimiento en forma de sonata clásica que no tiene nada que ver con lo que acostumbra y finaliza con melodías populares que dan a la obra un aire ligero inesperado –otras dos ironías. La sinfonía, además, es más corta de lo habitual, pero todo ello no va en perjuicio de una escritura dificilísima, con un virtuosismo inmisericorde en la cuerda y los vientos que fue superado con nota por los músicos de la OJC. Fue un brillante colofón de temporada que incluyó el estreno del Concierto Flamenco de Abraham Espinosa dedicado a Ricard Viñes. Es una obra espectacular que en sus mejores momentos contiene melodías que recuerdan a Falla y colores que remiten a Debussy, mientras que en los peores hay un exceso de notas en los que no se sabe muy bien qué pasa. Su discurso es impactante pero denso en exceso y le sobra un cuarto de hora. La interpretación fue correcta con algunos desajustes.