Electrónica sinuosa

Estoy cada vez más convencido del enorme acierto que ha supuesto la decisión de los responsables del Espai Orfeó de convertir su pequeño auditorio, los días de concierto, en una suerte de coquetón café-espectáculo, marco incomparable para actuaciones de pequeño formato pero la mar de glamurosas por sus tan especiales protagonistas. Me ocurrió hace unas semanas con Pavvla y su hermosa sensibilidad y me ha vuelto a suceder esta vez para escuchar a una Marion Harper también singular y llena de matices. Se trataba en esta ocasión de presentar los temas de Hydragenea, el segundo de sus discos de larga duración, un trabajo de profundidad sonora y calado temático que ha supuesto un paso adelante indudable respecto a Cotton Candy, su debut en 2015 que entroncaba sobre todo con un folk-rock de tonalidades suaves y a base de temas más propios de canción de autor. En esta ocasión, Harper nos sorprendió, por qué no reconocerlo, apoyada en vestidos electrónicos sinuosos y, en ocasiones, hasta plagados de ruido en exceso. He leído por ahí que sus últimas composiciones son más maduras, potentes y crudas, quizás, pero lo que más llama la atención es su llamativa nueva poética, mucho más adulta y sumergida en un concepto temático más arriesgado que los anteriores suyos conocidos y que, vistos ahora, con la distancia del tiempo, hasta nos parecen algo muy muy naïf. Rodeada por un número apreciable de seguidores deseosos de conocer de primera mano su nuevo perfil interpretativo, Marion Harper cantó, tocó y bailó y nos deleitó con su franqueza musical no exenta nunca de esa empatía de su parte, entre canción y canción, tan característica.